OM TARE TUTARE TURE SOHA

martes, 30 de enero de 2007

Maldita sea

El acto de escribir cosas propias de uno, hechos, pensamientos y anécdotas tiene diversas razones para según quien lo escriba, no son muchas pero son varias. Hay personas que lo hacen como terapia, como catarsis que así se llama en psiquiatría, otros como expresión de su sensibilidad artística, otros por necesidad laboral para dar a conocer su biografía, otros para satisfacer su más primario instinto narcisista y otros para reflejar unos hechos vividos que sirvan como aviso o como punto de agarre para otros. Hay más y no voy a poner una lista de todas las razones por las que las personas escriben sobre si mismas.
Claro, que hay otra forma de escribir que es la que refleja hechos que nada tienen que ver con quien los escribe, de estos no hablo ni lo voy a hacer.

Para empezar, las personas somos diferentes pero somos iguales, diferentes en la forma física, en gustos, en formas de vida y más pero iguales en cuanto a sentimientos, emociones o actitudes. Estas últimas son iguales siempre y están causadas por las mismas cosas solo que cada uno se las toma o las representa a su manera. Es algo parecido al hombre y a la mujer, que son diferentes pero son iguales. Diferentes en cuanto a sexo y forma de enfrentarse a la vida, por ejemplo, pero iguales en cuanto a derechos o formas de reaccionar ante la misma vida. Supongo que esto se comprende bien, sin esfuerzo y creo que no despertará dudas salvo que se sea un incordio, un ignorante o un diletante.

Pues partiendo de la base de que las personas son iguales pero diferentes y de que escribimos sobre nosotros mismos, lo que digo es que tantas personas, tantas formas de sentir y padecer lo que se escribe. Cada uno tiene una forma y unas cosas que escribir y lo expresa como es él, en su fondo y lo refleja así. Yo, escribo cosas determinadas sobre mi mismo tal y como es mi forma de ser, según la forma que tengo de padecer, de vivir, de expresarme y lo reflejo en lo que cuento y en como lo cuento. Y así de repente pues como que estas muy sensible y empiezas a escribir poemas tristes y melancólicos y por el contrario eres un vitalista y te da por escribir cosas graciosas que te partes de la risa y que bueno pues eres un desastre en el amor y entonces empiezas a escribir sobre el amor y sus frustraciones y puede que seas un macho cabrío, un tío monumental y lo que cuentas son tus conquistas femeninas y como lograrlas, o viceversa, o de repente eres una chica apocada que le ha ido regular en la vida y lo que escribes son desgracias propias y ajenas y así más y más y más y mogollón de historias que brotan como níscalos en otoño por todos los lados y todas son válidas a su manera. Más ahora que existe Internet y puedes escribir en este escaparate, llegas a encontrarte con multitud de historias personales de todo tipo. Y unos han empezado ahora con esto de los blogs y otros llevan mucho más tiempo escribiendo sus diarios y ahora lo hacen para un público que antes ni soñaban que lo iban a tener.
Y esto y mucho más y todo y así se llega a sentir que te encuentras en una noria girando y girando y girando alrededor de los sentimientos reflejados en la multitud de historietas que puedes leer. Todas hablan del autor que las escribe y todas reflejan su estado de ánimo y lo expresan sin ningún pudor. Puedes encontrarte con historias desgarradoras contadas con la mayor naturalidad o puede que leas fabulaciones que se desean o comentarios cómicos o irónicos sobre uno mismo, todo vale, todo se lee, todo tiene un público. Se escribe con fruición con deseo auténtico de reflejar en el papel en blanco tus cuitas y tus recuerdos todo ello teñido de emociones y sentimientos. ¡Qué maravilloso! ¡Qué fantástico!. Si lo es, creo sinceramente que lo es.
Sigo, leo historias que hablan de amor y amor y amor de deseos no logrados de frustraciones que hunden el humor, leo historias sin interés de ningún tipo solo para su autor, leo comentarios acerca del comportamiento de otros, leo confesiones que ni siquiera se llegarían a decir al cura que te confiesa (en el caso de los católicos) leo, leo y leo. Me refiero a que no hay nada que no se refleje en esos escritos que yo no pueda leer y tu también. No hay prohibición, no hay límites para lo que se cuenta ….

Pero aquí llego a lo que quería decir desde el principio, yo si los tengo, límites y prohibiciones, a mi me cuesta escribir sobre lo que escribo y ni siquiera sé por qué dejo que se lea sin ningún pudor. No sé por qué narices he abierto este blog y cuento lo que cuento. Primero fue por un acto de ¿narcisismo? Después por ¿catarsis? Más tarde por ¿masoquismo?, no lo sé, de verdad no lo sé. Pero el caso es que lo hago y lo estoy haciendo, pensé que nadie abriría esta página y leería lo que está escrito pero si, si se lee y eso hace que me desconcierte y una vez que lo sé pues hice como que no me daba cuenta y seguí pero algo más adelante empecé a sentir que me costaba mucho hacerlo y me sentía desnudo frente a ojos desconocidos. Puede que por ser así siguiera haciéndolo ya que eran “no conocidos”. Cuando escribo es como cuando Songoku lanza su bola de fuego que le deja sin fuerzas, cada post que escribo es un desgarro más en mi interior porque lucho contra lo que escribo y me siento un perdedor cada vez que lo hago porque necesito dejarlo y lo que hago es contarlo en vez de olvidarlo y así lo recuerdo y así lo revivo y así me daña y me gasta las fuerzas y me muero cada vez un poco más.
Y ¿por qué se quiere saber como sangra mi alma cada vez que cuento algo de mi Faústica lucha contra la droga? ¿por qué se lee estos post tan faltos de interés y tan llenos de derrotismo vital? ¿acaso se puede llegar a pensar que se me puede ayudar con amables, sentidas y sinceras palabras de aliento? ¿Qué se puede hacer algo por el personaje que represento? ¿Acaso despierto un sentimiento noble en los corazones predispuestos que necesita hacer diana en mi entendimiento?. Pareciera que soy un desagradecido y un desgraciado, ¿lo soy?, no me gustaría serlo pero puede que en contra de mi voluntad lo sea.

He conocido a algunas personas mediante este ejercicio de apartar la vergüenza escribiendo a la luz de todos vuestros ojos, buenas personas que se les nota a pesar de que alguna de ellas intente ocultarlo. Personas llenas de ganas, llenas de vida introspectiva que desean escapar, como yo, de si mismas. Alguna de ellas con una biografía de lucha similar a la mía que el acto heroico de contármelo ha hecho más que la experiencia vivida en si misma. Esa sinceridad en contarlo ha desarmado mi alma y ha hecho que crea un poco más en la capacidad de algunos seres en dar ejemplo.
Mi vida como la de cualquiera vale tan poco o tanto como el valor que se le quiera dar según el estado de ánimo en el que nos encontremos y esto es lo malo, que estamos a merced de nuestras emociones, sentimientos, pensamientos y actos, en definitiva de nuestros engaños fabricados por la mente.
No soy capaz de separarme de todo esto, de mi adicción, y permanecer centrado en lo auténtico de la vida; “vivirla sin el deseo permanente de tener felicidad”, de buscarla de obligarla a que se pose en mi para siempre. Necesito escapar de ella, de la felicidad, olvidarme de que existe. Necesito permanecer atento a la misma vida y a lo que me ofrece sin necesidad de elegir que sea “Feliz”. Es entonces cuando la vida se podrá mostrar en todo su esplendor ante mis ojos, porque es entonces cuando todo lo que existe, bueno y malo, no estará teñido con el deseo de que sea solo bueno, solo feliz.

Escribir me cuesta mucho porque cada letra es algo de lo que me desprendo, es un recuerdo que me hiere, es un brote de roja sangre metafórica, es mi alma que se desgaja en miles de pequeñas letras. Necesito pedir perdón por la necedad de mostrarme, de enseñar mi herida como si de un monstruo de feria se tratase y esto no debe ser así, no. No es de recibo escribir, enseñar mi intimidad porque suficiente tiene cada uno con lo suyo y no me vale eso de “mal de muchos …”. No me siento honrado al exponer mi miseria a la vista de cualquiera, las cosas no se hacen así, yo, sin embargo, si las hago. Por lo tanto merezco el daño que yo mismo me hago al escribir, soy merecedor de mi desgarro. Yo no estoy contento ni bien cuando escribo sobre mi lucha contra la droga, hago un acto de suprema estupidez de soberbia maldad que cae a plomo sobre mi vergüenza. Cada vez que cuento algo traiciono a mi ética. En mi manual de ética la primera premisa es no exponer mis fracasos sino combatirlos, la segunda es contar las celebraciones no las derrotas. Y sin embargo me traiciono una y otra vez. Pues no, me cuesta mucho escribir sobre lo que escribo y si existe alguna razón es la puramente punible, me castigo por mis fracasos e igual que en la Edad Media se ponía el capirote y el saco y se les paseaba por toda la ciudad a los herejes, ladrones y demás fracasados así me hago a mi mismo para recordarme continuamente lo absurdo de mis actos.

 

martes, 16 de enero de 2007

Un día cualquiera

Una vez que sales de la autopista debo coger una desviación que me lleva a un barrio de casas nuevas de no mas de 5 pisos, recién construidos, calles nuevas aparecidas de la nada, de el campo que antes había en este lugar. Algún comercio, solitario, abierto solo desde hace unos días, sin clientes, algún banco (como no). Locales tapiados por ladrillos y estos tapizados por graffitis de empresas de construcción, semáforos que distribuyen un tráfico que no hay. Son varias calles las que tengo que atravesar, de noche en la que la iluminación no da para observar todos los detalles. Al final se sale por un parque con raquíticos pinos, casi secos, matojos y solitarios bancos, una rotonda, un túnel por el que encima pasan trenes de mercancías lentos y largos. Giro a la izquierda y penetro en lo que supongo una puerta de plasma que engulle a mi coche y a mi, como en esa serie de TV que se viajaba de una dimensión a otra. Se penetra en otro mundo, los coches están aparcados a ambos lados de la carretera con la luz interior luciendo y enseñando caras congestionadas aguantando la respiración de esas caladas de muerte, caras que se reflejan en la plata que sostienen sus manos torpes. Paso a toda velocidad, casi atropellando a algún espectro cabizbajo y zizageante con esa mirada pérdida, buscando en la oscuridad algo, no sé el que. Se acaba el asfalto y empiezan los baches llenos de agua, barro, ratas, hierbajos sucios, basura por todos los lados, la carretera -si se puede llamar así- se empina, se oye como chapotean las ruedas del coche en los charcos y en la corriente de agua que baja de una alcantarilla que rebosa. Los focos del coche iluminan un mundo espectral de ruinas inanimadas y humanas. Llego al principio de la calle principal de ese batíburrillo de ruinas de casas tiradas por las grúas del ayuntamiento, casas sucias aún de píe, chabolas hechas en unas horas de chapa de madera y tiras de aislante plástico. Todas tienen una estufa de leña que calienta el reducido espacio, leña que traen esos espectros, personajes hundidos en el infierno, que por una micra de heroína o de base de cocaína traen con esfuerzo y buscan con denuedo durante el día. Aparco el coche con miedo a que cuando vuelva vea una ventana rota o la carrocería rayada o las ruedas pinchadas, siempre hay que pensar en eso cuando se llega hasta allí, por la noche es más fácil romper una ventana con una piedra y robar lo que sea, lo que haya, no importa es algo así como un deporte practicado por los más jóvenes. Salgo del coche y mirando hacia atrás de vez en cuando me mojo los zapatos y pantalones con todo esa agua estancada que siempre hay por todos los lados. Uno me increpa en la oscuridad y sin vernos las caras le contesto que no a esa pregunta que ni siquiera he oído, otro se cruza conmigo
mirándome de soslayo, ¿qué pensará? ¿Cómo darme un palo y robarme?. Una gitana me llama, apoyada en el quicio de su puerta dejando ver el interior iluminado de su chabola, quiere venderme algo de heroína, le digo que no, me grita y casi me insulta. He de tener cuidado porque siempre hay chavales jóvenes que pueden salir de la chabola y obligarte a ir o peor aún molestarte y fastidiarte, acojonarte en una palabra. El camino hasta la chabola de “la pelona” que así se llama la chavala de 17 años con una hija de tres que me “sirve” la heroína es corto pero siempre, curiosamente, se me hace eterno, parece una excursión de varias horas y me dan ganas de correr, pero eso es lo peor que puedo hacer, correr, conseguiría poner sobreaviso a todos los gitanos, asustarles y eso es lo peor que puede pasar. Camino rápido, tropezándome por no ver, debo sortear los objetos más variados y absurdos que se interponen en mi camino, juguetes rotos, hierros retorcidos, coches abandonados, tablones de madera… en la oscuridad todo parece aún más extraño. Procuro no pensar, avanzar sin mirar a un lado y a otro solo hacia el frente y al suelo para no tropezar y caerme. Según avanzo por esa calle de ruinas, chabolas y basura a la puerta de algunas casas una hoguera encima de una chapa de metal alumbra y da calor a algunos gitanos y gitanas que hablan y comen, se me antojan fantasmas a las puertas del infierno, guardianes de cuevas lúgubres donde están preparados los potros de tortura para gente como yo, que busca paraísos artificiales y encuentran pozos profundos y reales. La neblina lo hace todo más borroso y la humedad de la atmósfera hace que todo chorree y esté brillante por el reflejo de la luna menguante. Si no has ido más veces estate seguro que te perderás, es un laberinto de ruinas, no hay farolas, no hay bombillas en la puerta de las casas, no hay luz. Girando a la izquierda, subiendo una pequeña cuesta llego a la chabola de “la pelona”, allí esta ella con su hija de cara sucia y pelo ensortijado, las piernecitas dobladas como esos jinetes del oeste americano. “La pelona” no esta sola, a su lado está una chica joven de unos veintitantos años de cara agradable a pesar de alguna mueca, de pelo castaño sucio y manos ásperas con callos en las yemas de los dedos, toda la ropa que lleva parece que se la ha prestado el trapero, sucia de una o dos tallas más, botas de barro, mirada fija en mi en cuanto atravieso el marco de la puerta, en su mano cerrada lleva unas monedas, insuficientes para comprar una o dos micras de droga. Me pide unas monedas para llegar a la cantidad que la exige “la pelona” quiere dos micras, una de “caballo” otra de “base”, la miro y le pregunto la edad -28 años, me dice- busco en mi bolsillo y la doy un euro, su cara se ilumina suelta una sonrisa y me da las gracias, mira a “la pelona”, ansiosa y le muestra su mano llena de monedas. Toda la compasión que yo puedo mostrar por esa joven destrozada es desprecio en la cara de “la pelona”, le da la droga y me pregunta que qué quiero. Se lo digo y de un cacho de bolsa de plástico saca con una cucharilla el polvo amarillento marrón del caballo, lo pone en la pesa electrónica que marca con un tembloroso número la cantidad que le he pedido, rompe un trozo de bolsa de plástico y echa el polvo desde la pesa al trozo de bolsa de plástico, lo retuerce y me lo da. Con un adiós salgo de su cuchitril a la oscuridad pegajosa y fría. Desandando el camino hecho hace unos minutos, más rápido si cabe que a la ida. En esta ocasión alguien detrás de mi me pregunta si quiero pillar -”¿has pillado?” “¿quieres pillar?”- repite varias veces, acelero el paso y le contesto que no, Llego al coche, gracias a dios está tal y como lo dejé, puede que la noche me haya salvado de ese tipo de “accidentes”. Nervioso entro en el coche, arranco y piso el pedal del acelerador con ganas, salgo de esa “cuarta dimensión” por donde entré, los mismos coches, los mismos espectros, las mismas ratas escapando de las luces de mi coche, los dejo atrás. Escapo del mundo miserable que yo solo me he creado. Giro, doblo a la derecha, freno, acelero, meto la marcha, miro por el retrovisor, sigo carretera adelante y freno, aparco debajo de una farola, en ese barrio solitario recién construido, su luz ilumina el asiento delantero del acompañante, ahí están esos trozos de bolsa de plástico y en su interior mi deseo hecho polvo. Un trozo de papel de plata, un canuto de papel de plata, un montoncito de polvo amarillo marrón encima, el tubo en la boca, el mechero encendido debajo del papel de plata, el humo que entra en el tubo, en mis pulmones, en mi sangre, en mi cerebro … en mi alma, mi cara congestionada aguantando el aire viciado nacido de ese polvo amarillo marrón. El coche aparcado debajo de la luz de la farola en un barrio periférico y solitario. Y la noche indiferente.

lunes, 8 de enero de 2007

La poesia

Erre que erre persisto incansable en mi equivocación. No parece que esté por venir el área de descanso para conductores cansados y con ojos semicerrados. Camino saturado de mi propio deseo y aún a pesar de que se me aparecen espejismos de camposantos repletos de lápidas con mi nombre así como esos que surgen en el horizonte de una recta carretera en día soleado justo en el borde del horizonte, persisto embriagado tirando de botella de licor de alta graduación de destilerías “el deseo”, un peligro para la circulación.

Cargado voy de mi
Veo delante
Muerte que me amenaza la jornada
Voy porfiando por la senda errada
Más de necio será ir de constante

Si por su mal me sigue ciega amante
(Ya que nunca sola es la suerte desdichada)
¡Ay! Vuelve en si y atrás; no des pisada
Donde la dio tan ciego caminante

Ved cuán errado mi camino ha sido
Cuán solo y triste, y cuan desordenado
Nunca así anduvo píe tan perdido

Pues, por no desandar lo caminado
Viendo delante y cerca el fin temido
Con pasos que otros huyen lo he buscado.

Mal ejemplo para otros, se me cae la cara de vergüenza. Puede que la única salida sea el mostrar que es posible frenar a tiempo.

sábado, 6 de enero de 2007

Mi Formación

Puede ser que alguien, al leer mis bobadas vertidas aquí a lo largo de estos casi dos años, piense-"qué tio más raro"-, y de repente me ha entrado la inquietud de explicar los orígenes del funcionamiento de mi forma de pensar. Pensado y hecho, manos a la obra han salido tres personajes tres, entre otros muchos, claro, pero estos fantasmas que cito aquí son los que han dejado la huella de su zapatazo en mi culo más profunda.



Mr. Finkielkraut, considerado el más grande filósofo actual vivo, si, si tanto. La única pega es que es francés, parisino para más señas. Profesor en la elitista y famosa “Ecole Polytechnique” de la ni más ni menos asignatura “Historia de las ideas”.
Admirador de mi musa filosófica Dª Hannah Arendt. Es imprescindible leer “La Muerte del Pensamiento” (1987) para hacerse definitivamente su acólito, y después para bajar un poco del lugar en el que nos coloca su lectura se debe leer “El nuevo desorden amoroso” (1982). Si se siguen estos dos pequeños consejos se entenderá a la perfección mi forma de pensar, es más, seguro que si se hace cambiareis esa forma estricta y depresiva de ver el mundo.


Tiene”un blog”,el que sepa frances tiene mucho ganado.


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Hannah Arendt, una señora alemana que siempre rechazó el concepto de filósofa. No solo ha determinado mucho de mi pensamiento actual sino que la tengo una especial predisposición ya que muere el 4 de diciembre de 1975, justo el mismo día en el que muere mi madre.
Puedo decir que he tenido dos madres, la biológica en la que deposité todo mi amor filial y la espiritual en la que deposité todo mi amor admirativo.
Sufrió como la que más, perseguida por el “Tercer Reich”, escapó a Francia, allí tampoco estuvo segura y acabó escapando a EEUU y casándose con un colega (Gunther Anders) y en segundas nupcias con Heinrich Blucher.
Uno de sus trabajos habla sobre “el poder”, investigo el origen del comunismo y del fascismo, los consideró dos ramas del mismo árbol, por lo que fue atacada por los fanáticos de uno y otro modelo. Tuvo los maestros más grandes de la época, trato, estudió e incluso tuvo amoríos con uno ellos, Martin Heidegger, los otros fueron; Walter Benjamin, Karl Jaspers, admiró a E. Kant.
“Sobre la violencia” y “La vida del espíritu” fueron los ensayos por los que entré a formar parte de sus admiradores. Su lectura y análisis se los recomiendo a los que no se explican mi forma de pensar o a los que han adoptado la postura del “progresismo” muy de moda actualmente.


Si teneís interés”Aquí”hay más información sobre esta mujer incomparable.


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¡En fin! ¿qué decir del Sr. Lacan?, el segundo Sigmun Freud, discípulo suyo, mejor dicho, “su” discípulo. Gracias a este personaje no tengo como vestido diario la camisa de fuerza ni duermo en el frenopático.
Estaría escribiendo horas acerca de Jaques L. pero no me apetece, para el que le interese en la”Wikipedia”hay mucho material sobre él.



Por supuesto hay más influencias que han permitido conformar mi forma de pensar, como ya he dicho, esa forma de pensar que a algunos pueda parecer extraña, pero que se entiende a la perfección en cuanto se beba de estas fuentes. La personalidad adictiva que padezco no nace precisamente de todo esto, supongo que será el ambiente en el que me crié.

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