OM TARE TUTARE TURE SOHA

miércoles, 27 de junio de 2007

Dedos manchados


Ya por la noche, después de todo un día y una vez que ya todo está agotado, me miro las manos y veo que mis dedos están tiznados de carbonilla.
Cuando quemas el papel de plata la llama del mechero calienta el papel y hace hervir al polvo marrón que hay encima, al hacerlo repetidas veces el papel de plata se pone negro por abajo, supongo que por la llama, en realidad no sé muy bien por qué se mancha de carbonilla, pero así ocurre. Al tocar o alisar el papel de plata para que la gota de heroína corra sin obstáculos los dedos se manchan se ponen negros como los de un carbonero

Es difícil seguir el camino que te has marcado a fuego en el fondo más fondo de tu ser.
Es difícil seguir un día y otro día con la misma fuerza de voluntad que te propusiste ese día que decidiste, costará lo que costará, avanzar firme sin caídas.

Esto hace que todo lo que tocas se manche de negro. Hay veces que alguien descubre que has fumado heroína por esas señales, al ver que el cuaderno donde escribo, la hoja de blanco papel donde dibujo, la agenda donde apunto, el pantalón o la camisa que llevo, están manchadas de negro carbonilla, se convierten en delatores de lo que tratas por todos los medios de ocultar.

Ya por la noche me vi los dedos negros de carbonilla. Y eso, claro que si, es por haber fumado heroína.

Si durante tres semanas estas sufriendo para ser consecuente y para demostrarte que eres libre, para evitar morir, y un día por la noche veo mis manos y dedos manchados de negro carbonilla, inmediatamente me veo embargado, atacado, sobrepasado por una sensación mezcla de rabia, desilusión y despecho.
Si, despecho, porque ya está bien he fumado heroína, si, ¿y qué?.

A veces me da por pensar que "¿qué coño estoy haciendo?". Nunca he tenido claro el uso de mi “libre albedrío” por un lado la naturaleza nos da la libertad de hacer más o menos lo que queramos siempre que nos ciñamos a las reglas del juego (de cualquier juego de los muchos que existen) y al contrario esa misma libertad la coartamos con normas, reglas, conceptos o lo que quiera que sea. Eso que llamamos ética, moral y que cada uno interpreta a su manera y que cada sociedad marca la suya propia. Eso con lo que no podemos vivir sin ello, eso que cumple la misión de justificar y perdonar todas nuestras transgresiones, eso con lo que perdonamos nuestros pecados en definitiva.

Estoy cabreado, estoy harto, si lo sé, es porque he fumado heroína y fumaría diez millones de veces hasta que me saliera por los ojos y por las orejas. Pero no, sé que debo continuar, seguir lo que me he propuesto y lo haré ¿por qué no?.
No se aparta el sufrimiento, nunca da descanso, unas veces porque fumas y ves que la vida se te escapa y otras porque no fumas y ves que te cuesta el doble. Es como estar encima de una cama de clavos como esas que usan los faquires en sus demostraciones, no puedo colocarme de ninguna forma, cualquier posición que adopte será de sufrimiento, no me vale cambiar de posición, siempre duele, siempre me molesta, siempre sufro, nunca hay descanso.
He fumado ¿y qué?, me da rabia, una rabia que dirijo contra mi. Después de construir una casa de tres pisos, piedra por piedra, después de un intenso trabajo de colocar esas piedras, te dicen; “bien, ahora quítalas todas y vuelve a ponerlas donde las cogistes”, lo haces y otra vez ocurre lo mismo, te dicen; “bien, ahora vuelve a cogerlas y haz la misma casa de tres pisos”. Así es y así me siento.
Intensamente desconcertado, ningún bálsamo podrá atenuar mi dolor, no existen palabras de consuelo que sirvan. Pero en el fondo algo me dice que los desniveles en el camino, que las piedras en las que tropiezo, son el “mismo” camino, son algo que pertenecen al camino. Son consuelos que mi mente fabrica para que no se desborde, la mente se protege a si misma. Soy un payaso expuesto a las risas del público.

No quería escribir esto, no por el hecho de haber fumado heroína y decirlo sino porque estoy profundamente molesto y cabreado por algo que hace plantearme toda la filosofía y la base de mi decisión, me asaltan las preguntas del tipo ¿por qué sigo haciendo esto? ¿es necesario tanto sufrimiento y molestias? ¿por qué abrir de par en par mi alma y exponer todo su interior? ¿por qué no paro ya? ¿por qué no me despido?. Debería terminar de decir todas estas tonterias, debería seguir en silencio pues tanto en soledad como en silencio es como se alcanza la cima. Debería, debería, debería, debería … "¡cambia tu discurso de una puñetera vez, Jody!"

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