Mi paradoja
Parece como si una especie de mecanismo interior se pusiera en marcha en cuanto empiezo a disfrutar de la soledad.
Parece que existe miedo a la soledad. Todos buscamos la soledad por distintos motivos, hay muchos motivos, pero una vez en ella parece que soy incapaz de disfrutarla.
Me agobia la gente, me agobian los coches, me agobia la ciudad, me agobia muchas cosas, podría decir que la mayoría de las cosas que me rodean me agobian. Estoy dispuesto a abandonar todo lo que me rodea, estoy dispuesto a disfrutar estando solo.
Muchas veces viene a mi cabeza la imagen en la que me veo en un lugar solitario, sin nadie alrededor, algo asi como esa imagen de verme tumbado en la crecida hierba de una pendiente suave, un día soleado, cálido, mirando al cielo y viendo pasar esas formas extrañas de las blancas nubes, durante horas , días, semanas, todo el tiempo del mundo.
Así en medio de la nada, solo, disfrutando. ¿Disfrutando? ¿Qué?
La soledad, meta en forma de espejismo, lugar mítico de conciencias agobiadas, espacio deseado por todo tipo de voluntades. La soledad el hogar de las personas sensibles, de las personas con mala suerte, de las personas rabiosas con la realidad, de personas incapacitadas para el amor.
Todos vamos en busca de ese lugar en donde solo nosotros, solo yo lo ocupo, sin compartir. Ese lugar rodeado de espejos donde me reflejo viendo como soy, sin interpretaciones de mis "amigos", solo yo soy el que opina. Ah!! la soledad mi "Arcadia".
Qué lugar acogedor, arropado por mi propia compasión me siento satisfecho, sin opiniones contrarias. En la soledad soy yo, solo yo, sin aditivos ni colorantes. Yo y mi yo. ¡¡Para qué quiero más!!.
Y entonces ¿a qué viene escapar de ella?. ¿Qué es lo que me empuja a librarme de ella?, a buscar compañía desesperadamente. ¡¡Tengo que buscar amigos!! ¡¡Tengo que hacer amistades!!
Cómo un auténtico poseído busco programas de contacto personal y me dedico a charlar con todos, sin discriminar, telefoneo a todos los nombres que aparecen en mi libreta de direcciones, compulsivamente. Qué decir de un fin de semana, pensando como si fuera el fin del mundo a quien buscar, a quien convencer de salir conmigo. Lo más doloroso, comenzar un viaje sin nadie que te acompañe. Lo más desesperante, sábado en la tarde, en mi casa, pensando que hacer, si, si, claro acompañado, evidentemente.
Se busca, se busca con fruición, con descontrolada locura, la compañía, el calor del ser humano. A quíen, por otro lado, odio con todas mis fuerzas. Con quien compito a cara de perro. A quien
desprecio elegantemente. ¿Entonces?
¿Qué mecanismo de disociación está presente en mi mente? ¿Qué hace que me guste la soledad y por el contrario busque esa compañía desesperadamente?
¿A quién criticamos, a quién ponemos a caer de un burro? ¿Quíen es el objeto de toda nuestra mala idea?.....siempre, siempre, es nuestro prójimo, nuestro amigo, a ese que buscamos como nuestra salvación. Que nos salva de la buscada y deseada soledad.
¿Qué incongruencia Dios!!?
¿Qué paradoja?
Hace muy poco conocí a alguien, falto poco, algo así como menos de 24 horas para que le hiciera daño. ¿Conscientemente?¿inconscientemente?....qué más da, eso no es relevante, solo el hecho tiene importancia. Y qué importa el perdón si con él no logramos dar marcha atrás al tiempo.
¿Ves lo que quiero decir?
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