OM TARE TUTARE TURE SOHA

miércoles, 14 de junio de 2006

Deseo no desear

No sé porque existe una fuerza interna en el ser humano que hace de nosotros personas sin voluntad, zombis o muertos en vida.


Sé como se llama esa fuerza, Sé que es fundamental en el progreso de la persona. Sé que se utiliza muy a menudo y que incluso se la ha reservado un lugar principal en el sagrado altar donde se adoran los atributos humanos más importantes.
Se llama deseo, esas ganas de obtener algo a costa de lo que sea, esas ganas que se nos presentan como el protagonista único y exclusivo de nuestros pensamientos más inmediatos. El deseo esa fuerza capaz de anular cualquier otra virtud o maldad, capaz de doblar la más fuerte y experimentada personalidad, capaz de cegar cualquier otro acto humano. Es el nombre del tirano, es la dictadura de la razón, es la potencia más arrebatadora del ser humano.


Porque ese deseo puede, y de hecho ocurre, desaparecer en un tiempo más o menos largo y transformarse en cualquier otro atributo de la persona. Porque ese deseo puede ser efímero o duradero, puede ser flexible y elástico. Determina la vida del que lo experimenta, lo conduce hacia algo sublime o hacia algo aterrador. En definitiva tiene una naturaleza etérea, el deseo se puede aplicar a lo que sea, es el condimento de todas las salsas. El deseo se utiliza para todo. Porque el deseo es así, incoloro, inodoro e insípido, por eso mismo, para mi el deseo es como la fuerza de la gravedad, que sé que existe y la padezco pero no la veo.


No conozco a nadie que le haya oído decir; “yo he sido capaz de sobreponerme al deseo, he sido capaz de vencerle”. Sé, evidentemente, que hay personas que lo han logrado, yo conozco a algunas de ellas, pero no hablo de excepciones, no hablo de personas que han alcanzado un desarrollo como ser humano bastante más elevado del que predomina, del mío, del tuyo, del de la inmensa mayoría. Nadie lo vence, nadie lo utiliza con control, cuando lo utilizo lo hago con el conocimiento de que puede escaparse de mis manos en cualquier momento. Parece como si el deseo fuese capaz de manejar al ser humano, como si se convirtiese en algo animado que se dedicara a convertir al ser humano en un trapo, en un esclavo. El deseo parece un dios que juega con el ser humano, lo domina y después se le dibuja una tétrica sonrisa de placer, mira al ser humano con desprecio y sarcasmo, juega con él, hace que aparezca la locura en él y por último lo abandona al albur del destino. A veces se le oye alejarse sonando una irritante carcajada.


Esta maldita fuerza hace desaparecer toda dignidad, elimina toda virtud, arrasa con la generosidad, aplasta la compasión y elimina de un plumazo el amor. Este último, el amor, lo transforma, una vez eliminado, en egoísmo. No sé porque tiene que existir una fuerza como esta. No entiendo que siendo el motor del progreso del ser humano, sea a la vez el origen de toda desdicha del mismo ser humano.
¿De donde viene? ¿cómo aparece? ¿qué lo motiva?, ¿Dónde reside?, ¿quién puede vencerle?


Me gustaría conocer su funcionamiento, me gustaría poder dominarlo, sobre todo me gustaría hacerlo desaparecer. Llego a pensar que el principio de esa Arcádia que todos buscamos con ahínco llamada “felicidad”, está en el mundo en el que no existe el deseo, en ese mundo en el que el deseo no tiene lugar, ha desaparecido, no es necesario, se ha anulado. Me viene a la cabeza el pensamiento de una vida sin deseo y se me antoja llena de felicidad, rebosante de éxtasis satisfactorio.
No desear nada, debe ser el estado de un Dios, no procurar ni objetos ni pensamientos es el estado a lograr.
¡¡Qué aburrimiento!!
¿cómo eres capaz de decir eso? ¿no te das cuenta de que el aburrimiento no existe?, no existe porque no hay deseo de nada, no hay frustración por nada. Al no desear desaparecen todos los motivos por los que me siento frustrado. Desaparecen las causas del odio, del desamor, de la intriga …


Si logro no tener deseo no aparecerá en mi la urgencia de cambiar mi vida, la necesidad de eliminar actos incorrectos o la necesidad de adquirir actos virtuosos. Nada en mi vida me molestará, viviré una vida agradable sin apremios ni depresiones. Será una permanente alegría por estar satisfecho por lo actual, lo que es estará bien, será lo correcto, no habrá que cambiar nada.


No ves, me parece que eliminando el deseo se elimina el sufrimiento. Bien, creo que así es, pero …. ¿cómo empiezo?

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