OM TARE TUTARE TURE SOHA

viernes, 14 de julio de 2006

Aún sigo sangrando

No logro entender esos mecanismos mentales tan intrincados, tan semiocultos o totalmente ocultos para el ojo y el entendimiento humano.
Sabes que algo te sienta mal y por el contrario sigues haciendo que ese algo se instale en ti día tras día, ¿por qué?
Tienes una enfermedad de hígado y te gusta el alcohol, sabes que no debes beber y lo haces por el placer que te proporciona, ¿qué hace que sigas matándote?. (no es mi caso pero da igual)

Es una forma de hablar, tu eres yo, hablar de esa forma que hace que sea el otro el que tiene el problema, es hablar de mi. Proyección.

Persigo con locura mi liberación, corro detrás de mi “panacea”, destruyo todo signo de vida a mi alrededor sin ni siquiera darme cuenta. Si paro, lloro y mi compasión me toma como destino, siempre tengo aliento y justificación para buscar mi perdón, aunque claro que no lo hay. Lo invento.
Y lloro y lloro más allá del escozor de mis despellejadas mejillas, incluso más allá de mis ojos hinchados.

No me vale. Aún mi lucidez me dice que no vale. Sé que es un subterfugio de mi mente. Me calmo pero por poco tiempo, porque no me doy tregua. No puedo. Mi dolor aumenta en cada suspiro de mi cuerpo y vuelvo al principio. No sé parar.

No sé parar y eso me hiere como puñalada en el costado, limpia y silenciosa, como mantequilla. Brota a borbotones, en sábana, la sangre. ¡Qué roja es!. Su calor y metálico sabor me asusta, pero poco, al rato, coagulada la herida sigo sin comprender mis mecanismos mentales. Ruines e incómodos.

¿Dónde quiero llegar? … ¿a mi muerte?. No, nadie quiere llegar a su muerte, yo no quiero llegar a mi muerte. Pero cada vez estoy más cerca de ella y siento su filo helado. Quiero parar de hacer algo que me cansa, que ya no puedo con ello, que ni me gusta, que me da náuseas. Ya no quiero más porque estoy ya saturado y es como si mi placer de aquel principio se hubiera convertido en un verdugo hoy. Un ángel convertido en demonio. Ya hay antecedentes. Pero no me consuela y sigo torturado por mi necesidad no necesitada ya.

¡Qué rabia me da no poder vencerme de una puñetera vez!
¡Qué desazón me produce no entender por qué sigo matándome! ¿Por qué no paro? Un fuerte puño me estruja y araña mi pecho y sube por la garganta hasta mi mente, se regodea con mi razón dejándola exhausta y sale de mi por la coronilla para ponerse enfrente y azotarme hasta que pierde las fuerzas de tanto pegar. Soy un despojo, eso es lo que soy pero no me quejo de lo mal que me ha tratado la vida, sería imbecil. Me quejo de no comprender esos mecanismos tan ocultos e intrincados que gobiernan mi mente. Me quejo de no tener la capacidad de entender ni de entenderme.

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