Maldita sea
El acto de escribir cosas propias de uno, hechos, pensamientos y anécdotas tiene diversas razones para según quien lo escriba, no son muchas pero son varias. Hay personas que lo hacen como terapia, como catarsis que así se llama en psiquiatría, otros como expresión de su sensibilidad artística, otros por necesidad laboral para dar a conocer su biografía, otros para satisfacer su más primario instinto narcisista y otros para reflejar unos hechos vividos que sirvan como aviso o como punto de agarre para otros. Hay más y no voy a poner una lista de todas las razones por las que las personas escriben sobre si mismas.
Claro, que hay otra forma de escribir que es la que refleja hechos que nada tienen que ver con quien los escribe, de estos no hablo ni lo voy a hacer.
Para empezar, las personas somos diferentes pero somos iguales, diferentes en la forma física, en gustos, en formas de vida y más pero iguales en cuanto a sentimientos, emociones o actitudes. Estas últimas son iguales siempre y están causadas por las mismas cosas solo que cada uno se las toma o las representa a su manera. Es algo parecido al hombre y a la mujer, que son diferentes pero son iguales. Diferentes en cuanto a sexo y forma de enfrentarse a la vida, por ejemplo, pero iguales en cuanto a derechos o formas de reaccionar ante la misma vida. Supongo que esto se comprende bien, sin esfuerzo y creo que no despertará dudas salvo que se sea un incordio, un ignorante o un diletante.
Pues partiendo de la base de que las personas son iguales pero diferentes y de que escribimos sobre nosotros mismos, lo que digo es que tantas personas, tantas formas de sentir y padecer lo que se escribe. Cada uno tiene una forma y unas cosas que escribir y lo expresa como es él, en su fondo y lo refleja así. Yo, escribo cosas determinadas sobre mi mismo tal y como es mi forma de ser, según la forma que tengo de padecer, de vivir, de expresarme y lo reflejo en lo que cuento y en como lo cuento. Y así de repente pues como que estas muy sensible y empiezas a escribir poemas tristes y melancólicos y por el contrario eres un vitalista y te da por escribir cosas graciosas que te partes de la risa y que bueno pues eres un desastre en el amor y entonces empiezas a escribir sobre el amor y sus frustraciones y puede que seas un macho cabrío, un tío monumental y lo que cuentas son tus conquistas femeninas y como lograrlas, o viceversa, o de repente eres una chica apocada que le ha ido regular en la vida y lo que escribes son desgracias propias y ajenas y así más y más y más y mogollón de historias que brotan como níscalos en otoño por todos los lados y todas son válidas a su manera. Más ahora que existe Internet y puedes escribir en este escaparate, llegas a encontrarte con multitud de historias personales de todo tipo. Y unos han empezado ahora con esto de los blogs y otros llevan mucho más tiempo escribiendo sus diarios y ahora lo hacen para un público que antes ni soñaban que lo iban a tener.
Y esto y mucho más y todo y así se llega a sentir que te encuentras en una noria girando y girando y girando alrededor de los sentimientos reflejados en la multitud de historietas que puedes leer. Todas hablan del autor que las escribe y todas reflejan su estado de ánimo y lo expresan sin ningún pudor. Puedes encontrarte con historias desgarradoras contadas con la mayor naturalidad o puede que leas fabulaciones que se desean o comentarios cómicos o irónicos sobre uno mismo, todo vale, todo se lee, todo tiene un público. Se escribe con fruición con deseo auténtico de reflejar en el papel en blanco tus cuitas y tus recuerdos todo ello teñido de emociones y sentimientos. ¡Qué maravilloso! ¡Qué fantástico!. Si lo es, creo sinceramente que lo es.
Sigo, leo historias que hablan de amor y amor y amor de deseos no logrados de frustraciones que hunden el humor, leo historias sin interés de ningún tipo solo para su autor, leo comentarios acerca del comportamiento de otros, leo confesiones que ni siquiera se llegarían a decir al cura que te confiesa (en el caso de los católicos) leo, leo y leo. Me refiero a que no hay nada que no se refleje en esos escritos que yo no pueda leer y tu también. No hay prohibición, no hay límites para lo que se cuenta ….
Pero aquí llego a lo que quería decir desde el principio, yo si los tengo, límites y prohibiciones, a mi me cuesta escribir sobre lo que escribo y ni siquiera sé por qué dejo que se lea sin ningún pudor. No sé por qué narices he abierto este blog y cuento lo que cuento. Primero fue por un acto de ¿narcisismo? Después por ¿catarsis? Más tarde por ¿masoquismo?, no lo sé, de verdad no lo sé. Pero el caso es que lo hago y lo estoy haciendo, pensé que nadie abriría esta página y leería lo que está escrito pero si, si se lee y eso hace que me desconcierte y una vez que lo sé pues hice como que no me daba cuenta y seguí pero algo más adelante empecé a sentir que me costaba mucho hacerlo y me sentía desnudo frente a ojos desconocidos. Puede que por ser así siguiera haciéndolo ya que eran “no conocidos”. Cuando escribo es como cuando Songoku lanza su bola de fuego que le deja sin fuerzas, cada post que escribo es un desgarro más en mi interior porque lucho contra lo que escribo y me siento un perdedor cada vez que lo hago porque necesito dejarlo y lo que hago es contarlo en vez de olvidarlo y así lo recuerdo y así lo revivo y así me daña y me gasta las fuerzas y me muero cada vez un poco más.
Y ¿por qué se quiere saber como sangra mi alma cada vez que cuento algo de mi Faústica lucha contra la droga? ¿por qué se lee estos post tan faltos de interés y tan llenos de derrotismo vital? ¿acaso se puede llegar a pensar que se me puede ayudar con amables, sentidas y sinceras palabras de aliento? ¿Qué se puede hacer algo por el personaje que represento? ¿Acaso despierto un sentimiento noble en los corazones predispuestos que necesita hacer diana en mi entendimiento?. Pareciera que soy un desagradecido y un desgraciado, ¿lo soy?, no me gustaría serlo pero puede que en contra de mi voluntad lo sea.
He conocido a algunas personas mediante este ejercicio de apartar la vergüenza escribiendo a la luz de todos vuestros ojos, buenas personas que se les nota a pesar de que alguna de ellas intente ocultarlo. Personas llenas de ganas, llenas de vida introspectiva que desean escapar, como yo, de si mismas. Alguna de ellas con una biografía de lucha similar a la mía que el acto heroico de contármelo ha hecho más que la experiencia vivida en si misma. Esa sinceridad en contarlo ha desarmado mi alma y ha hecho que crea un poco más en la capacidad de algunos seres en dar ejemplo.
Mi vida como la de cualquiera vale tan poco o tanto como el valor que se le quiera dar según el estado de ánimo en el que nos encontremos y esto es lo malo, que estamos a merced de nuestras emociones, sentimientos, pensamientos y actos, en definitiva de nuestros engaños fabricados por la mente.
No soy capaz de separarme de todo esto, de mi adicción, y permanecer centrado en lo auténtico de la vida; “vivirla sin el deseo permanente de tener felicidad”, de buscarla de obligarla a que se pose en mi para siempre. Necesito escapar de ella, de la felicidad, olvidarme de que existe. Necesito permanecer atento a la misma vida y a lo que me ofrece sin necesidad de elegir que sea “Feliz”. Es entonces cuando la vida se podrá mostrar en todo su esplendor ante mis ojos, porque es entonces cuando todo lo que existe, bueno y malo, no estará teñido con el deseo de que sea solo bueno, solo feliz.
Escribir me cuesta mucho porque cada letra es algo de lo que me desprendo, es un recuerdo que me hiere, es un brote de roja sangre metafórica, es mi alma que se desgaja en miles de pequeñas letras. Necesito pedir perdón por la necedad de mostrarme, de enseñar mi herida como si de un monstruo de feria se tratase y esto no debe ser así, no. No es de recibo escribir, enseñar mi intimidad porque suficiente tiene cada uno con lo suyo y no me vale eso de “mal de muchos …”. No me siento honrado al exponer mi miseria a la vista de cualquiera, las cosas no se hacen así, yo, sin embargo, si las hago. Por lo tanto merezco el daño que yo mismo me hago al escribir, soy merecedor de mi desgarro. Yo no estoy contento ni bien cuando escribo sobre mi lucha contra la droga, hago un acto de suprema estupidez de soberbia maldad que cae a plomo sobre mi vergüenza. Cada vez que cuento algo traiciono a mi ética. En mi manual de ética la primera premisa es no exponer mis fracasos sino combatirlos, la segunda es contar las celebraciones no las derrotas. Y sin embargo me traiciono una y otra vez. Pues no, me cuesta mucho escribir sobre lo que escribo y si existe alguna razón es la puramente punible, me castigo por mis fracasos e igual que en la Edad Media se ponía el capirote y el saco y se les paseaba por toda la ciudad a los herejes, ladrones y demás fracasados así me hago a mi mismo para recordarme continuamente lo absurdo de mis actos.