Lágrimas
Estoy contento, no paro de secarme las lágrimas, aparece en mi pensamiento una y otra vez la idea de la muerte. Estoy alegre, me escuecen las mejillas, están rojas del paso de las lágrimas por ellas, son saladas. Me miro al espejo y veo una cara hinchada, abotargada de tanto lloro.
Por la noche me tropiezo con los agujeros en el cemento de las calles del poblao gitano, hay luna y todo está cubierto por brillos metálicos, parece bruma, puede que lo sea, se ve poco pero se ve todo blanco lechoso, se cruzan en mi camino bultos en forma de personas, están achepados, las manos en los bolsillos, la mirada en el suelo, me ofrecen trankimacines, me piden cigarrillos, me miran de reojo.
Hay luna, es de noche, hace frío, la calle está mojada ¿de donde sale el agua?. Tiemblo, aprieto los dientes, me duelen las mandíbulas, estoy deseando pillar tres micras de heroína, toco en la puerta ¿quieeen es?. Bajo esos cuatro peldaños de la puerta del chabolo, entre mis dedos fuertemente apretados está la bolsita. Hace frío, hay luna, casi llena, entre las calles, en el medio, los hierros las maderas, los escombros, las muñecas rotas, las bolsas de basura, los papeles, el agua, todo eso me cierra el paso. Cruza un gato y otro, hay muchos, es buen sitio hay muchas ratas, menos ahora, los gatos las cazan, pero hay y muchas, también las veo y me da por pensar si ellas también van a pillar.
Estoy contento y pienso en la muerte, en mi muerte, ya no me quedan pañuelos de papel, todos están húmedos de lágrimas. Me digo; “cuando deje la heroína….”.
Tengo ganas de llegar al coche, está aparcado en la carretera un poco lejos de las miradas extrañas, casi escondido, ya lo veo ya me gustaría estar dentro de él. Hay una chica, joven, siempre sucia con el pelo alborotado, es chilena, tiene ropa de chico, las manos son ásperas y llenas de suciedad, uñas negras, siempre me sigue desde aquella vez que me la encontré en el chabolo de la “pelona” y le di un euro, desde entonces me busca, se alegra cuando me ve, siempre viene corriendo hacia mi, no me pide nada, sabe que se lo voy a dar, un euro, dos o cuatro, a veces la invito a una micra de base de coca, es lo que ella fuma, de eso está enganchada, es joven y sucia, no llega a los 25 años y parece ya que tiene más. Siempre me está hablando de cosas absurdas, siempre me pregunta, nunca la contesto, soy yo quien la pregunta. Una vez que le doy el dinero desaparece, nunca da las gracias y siempre pide más, ella sabe que no habrá más pero siempre pide más. Hace lo mismo que yo, siempre pide más.
Llego al coche, abro la puerta y me tiro en el asiento, estoy cansado. Todo se me cae, la plata para fumar, el mechero para prender, el turulo para aspirar, la luz interior del coche para ver, casi no puede hacer nada, tengo las manos y los dedos agarrotados, puede que del frío o puede que del mono. Cuando fumo unas caladas me llega el placer, es doloroso, es cruel, es hiriente y pienso; “cuando deje la heroína….”
Los ojos se me cierran y las manos se me calman, se me olvida que aún estoy en el poblao. Estoy contento, lloro desconsoladamente. Me llega el pensamiento de que aún estoy en el poblao, arranco el coche rápidamente y me voy, atrás dejo todo un universo de terror y dolor, miro por el retrovisor y todo se hace pequeño, casi como si no existiera. Según me alejo de ese mundo y va apareciendo el otro mundo, ese que dicen que es el normal, me voy tranquilizando, se me cierran los ojos, paro y fumo un poco más, ahora ya estoy un poco mejor a pesar de que no me abandona la idea de la muerte.
Las luces de la ciudad, los coches, tantos que parecen aparcamientos en movimiento, esas ventanas encendidas, detrás de ellas esas personas desconocidas y pienso en sus desgracias, puede que sean mayores que las mías.
A pesar de todo estoy contento, alegre, no me quedan ya pañuelos, me pican las mejillas de la humedad, me escuecen y pienso; “cuando deje la heroína….”
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