10 de Marzo de 1959
El 10 de marzo de 1959 tuvo lugar una revuelta en Tibet contra la ocupación china de 1951. Ese día 300.000 tibetanos rodearon el Potala, el palacio donde vivía el Dalai Lama para protegerle de un probable asesinato o secuestro. La respuesta de los militares chinos en los días siguientes fueron miles de muertes en represalia.
Desde entonces, más de 1.2 millones de tibetanos han muerto como resultado de la ocupación. No solo es este genocidio ya de por si execrable sino que la ocupación ha convertido al Tibet en un basurero nuclear, en un monumental saqueo de los recursos naturales y en una invasión de población china. Debemos saberlo, debemos decirlo.
Un lugar en donde se conserva en estado purísimo la naturaleza, en donde los valles, las montañas, ríos y miles de lagos muestran su poderosa armonía natural, en donde la fauna y la flora alcanzan el grado supremo de virginidad, en donde la atmósfera presenta una extraña claridad y sutileza, un lugar en donde la presencia de la naturaleza sobrecoge e invita al espíritu a reconciliarse, en donde el silencio adquiere un protagonismo absoluto. Ocupado por tribus nómadas ancestrales y seres capaces de logros equiparables a plantar el píe humano en la luna solo que con el espíritu con la mente en vez de con lo material y lo físico. Este país, esta región, el altiplano a mayor altura de todo el planeta con una media de 4.000 m de altitud sobre el nivel del mar, esta meseta rodeada de la muralla montañosa más colosal jamás vista por el ser humano, el techo del mundo esta mancillado, humillado, aplastado bajo la bota de la ignorancia.
El Tibet ha sido arrasado desde 1951, está en peligro de muerte a punto de sucumbir por la malicia y la ignorancia del ser humano. Debemos revelarnos contra esa maldad que está dentro de nosotros, es nuestro deber renunciar a la capacidad de hacer daño.
Y sé que el comienzo está en mi, el punto de partida soy yo. Ayudémonos.
Me acuerdo de una conversación que tuve con un tibetano de 72 años de edad. Nuestra vida esta llena de sinsabores, de problemas que nos agobian. Nos sentimos cercados por situaciones a las que no encontramos ni vemos salida. Según parece nadie esta a salvo de esto, cualquiera puede contarnos una situación en la que se haya deprimido, confundido sin saber que hacer o cómo resolverla, causa en nosotros un estado de ánimo que da lugar a un sentimiento autocompasivo que necesitamos comunicarlo a los demás, decirles lo mal que estamos y la situación tan difícil por la que estamos pasando. Es un mecanismo de supervivencia, deseamos encontrar una solución que nos saque de ese pozo en el que hemos caído. Pues bien, así estaba yo hablando con este tibetano, le exponía ese problema que me tenía tan hundido, tan fuera de mi, era algo que podía comparar perfectamente con la muerte pensando que mejor estaría muerto que en la situación en la que me encontraba (siempre tendemos a dramatizar todo hasta los extremos). No, no es raro que suframos estas situaciones en nuestra vida, en la sociedad en la que vivimos tan hedonista y egoísta, tan individualista, nos conduce fácilmente a estos estados. Y yo le estaba contando una de estos momentos por los que se pasa a lo largo de nuestra vida. Una vez que terminé de contarle tamaño problema, me miro fijamente y sin hacer ningún ademán con las manos o con su cuerpo, me dijo;
-”Esto que me estás contando no es realmente un problema, no es esa situación tan difícil y desesperada por la que crees que estás pasando”-
Logró, no sé si se lo proponía, que me quedara perplejo, absolutamente desconcertado, pensando que como era posible que no se diera cuenta de lo agobiante de mi situación o que no me planteara algo que pudiera considerarse mucho peor y así por lo menos darme cuenta de la futilidad de mi problema.
Pero si, lo hizo. Impertérrito siguió hablando con un cierto reflejo en su cara de diversión, una media sonrisa parecía que se dibujaba en su cara ante la expresión de la mía, suspiró y con expresión ya seria me dijo;
-”Un verdadero problema, una situación verdaderamente dolorosa en la vida de un hombre es no tener país, carecer de una patria, de la tierra en donde se haya nacido. No poder regresar a tu pueblo y ver a tu familia y a tus vecinos”-
Si paramos a pensar en estas palabras es muy probable que nos demos cuenta de la razón y sabiduría que contienen. Frente al hecho de carecer de la tierra que te ha visto nacer, aunque , ya digo, no parezca a primera vista algo importante, no existe situación de mayor desesperanza que eso. Ya podemos mencionar miles de situaciones deprimentes con las que nos tropezamos continuamente en nuestra vida, con problemas que nos agobian y nos hacen tanto daño que nos paralizan, que como la sensación de no poder estar pisando nuestra tierra, nuestro país no hay nada. Imaginaos por unos segundos qué sensación tendríamos si ahora mismo estuviésemos en Francia, por ejemplo u otro país cualquiera, escribiendo, leyendo, trabajando, viviendo y no pudiéramos volver a España a nuestra ciudad con nuestros familiares o nuestros amigos. ¿Podéis imaginarlo?. Haced un esfuerzo, imaginar el destierro.
En 1959 el Dalai Lama, jefe espiritual y político del Tibet tuvo que huir por la persecución y amenaza de muerte del gobierno Chino, junto con él fueron más de 80.000 tibetanos que huyeron. Desde entonces una cifra parecida a la de muertos por la represión (1.2 millones) han huido y refugiado en la India y otros países.
Everyday I sing to my heart,
A tune of a forgotten land.
Yes, tears do come in my eyes,
Friends come and say their 'byes'.
I stay in a corner and read the walls
Strange, but a history of a nation.
I close my eyes and remember,
The dead bodies, the sacrifices and the cries.
Memories I left behind the Himalayas
Still calling me, following like a shadow.
I see people getting crazy for money,
I see people dying for fame,
But I have nothing to do with them,
I don't even have a complete name.
My dream is simple and my ambition small,
Dream to return and touch my land
Dream to meet my mom.
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