No, no es fácil
Otras veces he hablado de lo duro y doloroso que es pasar una abstinencia de la heroína, los fragmentos de la heroína que se parten en el cuerpo se depositan en muchos lugares causando diversos efectos, de entre todos ellos dos son los efectos más perjudiciales o molestos; 1) el deposito en el tejido graso, se acumulan y permanecen más de dos años antes de que se vayan disolviendo y 2) la ocupación de los receptores para las endorfinas en las células, que produce la tolerancia y el agotamiento de su producción. Las implicaciones que causan, entre muchísimos otros efectos, son no solo peligrosas para la salud sino que determinan el futuro y el éxito de la persona que se decide a dejar de tomar heroína.
La necesidad de producir endorfinas y el efecto del depósito en el tejido graso altera la decisión de abandonar la heroína. Es necesario que produzca endorfinas, pero no puedo, primero porque necesito grandes cantidades y después porque la fabricación de esas sustancias está agotada. Debería obtenerlas del exterior, necesito ocupar los receptores de los opiáceos en la célula, pero me produce una gran disyuntiva mental, es una lucha que se desarrolla dentro de la mente, en la razón. Todos los productos de desecho de la heroína están circulando por mi cuerpo como el efecto de un vendaval sobre pequeños trozos de papel y restos de basura, y además todas esas fracciones de la molécula de heroína depositadas en los tejidos me producen dolores, molestias, pelo erizado, lagrimeo, piel de gallina, escozor, picor, secreción de moco, sudores incontrolables, temblor, inquietud, amargura y más y más y más.
No puedo permanecer tranquilo, una desazón recorre todo mi cuerpo, me vuelvo patoso y todo se me cae de las manos, mi garganta está llena de secreciones que me hacen carraspear y respirar mal, mi mente no puede concentrarse en otra cosa que no sea el dolor, la incomodidad y el pensamiento de que todo desaparecería si me fumase un “chino”. Es una lucha sin cuartel, no hay descanso, mi cuerpo y mi mente están tan alterados que yo mismo no me reconozco. No es posible entretenerse en nada, concentrarse en ordenar la ropa revuelta por mi cuarto es una tarea imposible. Mis brazos pesan toneladas, levantarlos es algo fatigoso, mis piernas no quieren caminar ni mantener mi peso, las manos y los dedos que son una herramienta tan precisa cuando estás normal en estos momentos no sirven de nada, nada puedo hacer con mis manos, todo se me cae, no agarro bien los objetos, me tiemblan.
Todo es una tortura, física y mental, todo es una noria gigantesca que da vueltas conmigo dentro, no hay mecanismo de parada, no hay un descanso para respirar, todo es dar vueltas y vueltas alrededor de un dolor y un pensamiento.
Solo es una incompleta e imprecisa descripción de los días posteriores a la decisión de dejar de fumar heroína. A la decisión motivada por cosas que no vienen al caso en estos momentos de dejar la heroína le precede el tormento chino de la abstinencia o “mono”. No solo debe ser una decisión bien fundamentada sino que hay que añadir la valentía de creerse que podré resistir el tormento que se me asigna. El castigo de años de jonky es implacable, no hay compasión, no hay perdón. Es algo que se debe aceptar como parte de esa vida sin heroína que se anhela, su precio es elevado y no existe un posible regateo.
Es más, todas estas palabras, este intento de exponer la situación que se crea no alcanza lo más mínimo a la durísima realidad. Hay personas, muchas, que parecen pensar de una forma infantil, piensan como lo haría un niño de muy corta edad, estos niños piensan las cosas sin necesidad de añadir todo lo que influye o acompaña a eso que se piensa. Un niño cuando piensa en la playa ni se le ocurre pensar en el viaje, en coche, avión o tren, ni se plantea el gasto que se produce, no hay lugar para pensar en el tiempo que puede haber, en si es invierno o verano, si son vacaciones o no. Un niño quiere ir a la playa, piensa en ella y no hay más, se acabaron los problemas. Hay muchas personas adultas que en ciertas cosas piensan igual. Cuando hablan de dejar una adicción como es la heroína se plantean un antes y un después sin más. Ellos imaginan o incluso se lo creen intensamente que un día se fuma heroína y al día siguiente no se fuma heroína. No es así, salvo que se haga en situaciones de no adicción. No es únicamente el dolor y el vacio en la vida que se produce al dejar la heroína, es la continuidad de eso, es un día y otro, es sentirse tristemente alegre en un momento al pensar que ya no fumo y que venga el momento inmediatamente siguiente para sentir plenamente todo ese dolor y ese vacio multiplicado por mil. Es el agotamiento de mi resistencia física, moral, intelectual y mental. Es el obsesivo pensamiento de permanecer sin tomar heroína, es la ocupación total de mi mente y de mi persona por la decisión que he tomado. Mi mente me presenta como en un mercadillo, en el suelo encima de una tela todos los objetos, cosas, abalorios mentales que me dicen ¿por qué lo haces? ¿por qué sufres? ¿por qué necesitas hacer esto? ¿por qué te empeñas? ¿Quién te dice que lo hagas? ¿realmente has pensado bien hacer esto? ¿es necesario? ¿de qué te sirve? ¿a quien quieres engañar? ¿por qué no lo dejas? …¿más?, puedo poner aquí miles de preguntas como estas, puedo escribir millones de frases entre interrogaciones que veo todos los días que paso sin fumar heroína y a todo esto sumar el dolor, la desesperación, la falta de motivación y el vacio existencial.
Muchas personas piensan que ahora y una vez que no extiendo el papel de plata, que no pongo el polvo marrón encima, que no enciendo el mechero y quemo ese polvo, que no aspiro el humo endemoniado de la heroína y que no me llega hasta el último bronquio… que ahora es todo igual que antes, igual que cuando era alguien “normal”. No, no, ahora, y si lo piensas de cierta forma, es peor que antes, ahora es un infierno y antes era otro infierno, pero antes me olvidaba del infierno en cuanto llegaba ese humo a ese último bronquio, ahora no. Ahora es un infierno que no me da respiro, que no me deja descansar. Todas esas personas que piensan como niños pequeños puede que acostumbradas a pensar así no entiendan esto, pero les digo que no hay un antes y un después, no, hay un infierno que intento que se acabe, que lucho por que se acabe y hay otro infierno en el que he entrado y vivo en él, que es un infierno que no tiene salida y que puede que acabe con mis fuerzas y me mate. Esa muerte que sería el fracaso de mi decisión. Pienso que las cosas que el ser humano se propone pocas veces son inmediatas, pocas veces y casi ninguna son bruscas y separadas por una fina línea, pienso que son poco a poco, que las separa una gruesa línea que cuesta atravesar, que las cosas que se empiezan hasta que se concluyen las separa todo un mundo comparable a ese que queremos dejar y a ese que queremos entrar. Yo he comenzado a caminar dentro de esa zona gris, ancha, desconocida, que separa mi adicción a la heroína de una vida normal y esperanzadora. ¿Qué pasará? No sé, lo contaré si mis manos y mis dedos me dejan, si mi dolor me da un respiro y si mi desesperanza y fatiga se compadecen de mi.