OM TARE TUTARE TURE SOHA

lunes, 2 de julio de 2007

La alegría de la muerte


Alegre como cuando sale el sol entre las nubes en un día gris, como cuando la brisa fría del mar te da en la cara un día caluroso, como cuando después de un esfuerzo llegas a la meta, como esos días que inexplicablemente te encuentras alegre, sin motivo, porque si.

Me sorprendo en esos momentos, nada especial ocurre sin embargo te sientes especial. Parece que lo que priva es hablar de lo mal que uno se encuentra, el ejemplo son los post de este blog, casi siempre me refiero a los malos momentos, sin esperanza, pocas veces hablo de los momentos mágicos que todo el mundo tiene. Si, cierto, puede que haya más ocasiones en las que nos encontremos agobiados, la vida es muy dura y eso se nota. Tengo miles de historias feas y de sufrimiento y también tengo algunas de alegría infantil, de despreocupación existencial. Todo mi ser vibra de forma armónica, ¡qué raro, eh! Mis ojos se transforman en filtros que eliminan los colores apagados y destacan los chillones, mi razón se para y descansa, mi sensación atiende solo a la alegría y mi sentimiento abarca a todas las cosas. Son momentos escasos pero puedo hablar de ellos, tampoco duran mucho pero lo suficiente para recordarlos. Esos momentos tienen siempre una causa, claro, pero a veces está escondida y no logro dar con ella. Solo sé que esas veces hacen que avance hacía lo que, en los momentos contrarios, me propongo.

Hablo de esto porque se me ha venido a la mente, como un toro de San Fermín subiendo por la calle Estafeta, la sensación que produce la muerte cuando pienso en ella. Estás parado, esperando la llegada del toro, no lo ves pero si oyes el estruendo que produce su carrera, notas como la gente empieza a correr y te preparas, primero andando deprisa después corriendo cada vez más rápido, ya mi corazón alcanza un ritmo galopante y justo, justo cuando ves esas masas negras mi corazón se desboca y es entonces cuando salgo al centro de la calle y empiezo a correr como un loco sin mirar hacía atrás ni a los lados y así corriendo como si en ello me fuera la vida, que así es, alcanzo los 100 o 200 metros y me retiro hacía una barrera que ya tenía prevista, me subo a ella, casi reventado y así casi sin que me de tiempo miro al centro de la calle y veo pasar terriblemente rápido a inmensas masas con cuernos haciendo un ruido que hace saltar al corazón fuera de mi ser, son segundos un instante pero es tan poderoso que pocas veces todo mi “yo” está tan atento a la vida, pocas veces mi mente está tan receptiva. Una vez que todo acaba me siento cansado como si hubiera hecho ejercicio durante todo un día, todo mi cuerpo lleno de endorfinas me hace sentir completo, lleno, sin necesidad de nada.

Es así como pienso que debo llegar a la muerte. Alguien dijo; “Aunque te aferres con fuerza, no puedes quedarte. ¿De qué sirve estar asustado y temer lo que es inalterable?”.

Nunca o muy pocas veces se piensa en la muerte, pienso que no va conmigo cuando la veo cerca de mi, tengo la sensación de que siempre viviré de que siempre estaré en esta vida. Sé con seguridad que sentir a la muerte como algo ajeno a mi solo me genera más codicia y más problemas e incluso, en ocasiones, más perjuicios deliberados contra otros. Y este autoengaño comporta mucho sufrimiento y numerosos problemas.

Debo ser consciente de que voy a morir ¿por qué? si no tengo en cuenta a la muerte tampoco prestaré atención a mis acciones, malgastaré mi vida sin sentido, sin examinar que tipo de actitudes y actos perpetúan mi sufrimiento y cuales me proporcionan felicidad. Hasta ahora solo he recibido de mi mismo sufrimiento por mi falta de atención en mis actos, ahora me propuse ser más consciente de lo que hacia, y bueno pues había ciertas cosas, mi adicción, que solo me producía sufrimiento físico y psíquico. Me dije; ¡stop! ¡vale ya! ¿y? no sé aún como va a resultar todo esto.

Esa lucha contra mi mismo me agota y me deja exhausto, me confunde y mi mente trabaja sin descanso engañándome y mostrándome que es más fácil no tener determinación y voluntad que tenerla. Es una encrucijada un laberinto.

Pienso que si logro una intensa conciencia de la certidumbre de la muerte y de la incertidumbre de su llegada, crearé una motivación en mi interior, como un amigo que me diga; “Ten cuidado, aprovecha tu vida, porque el día de hoy ya se va”.

En esta época de mi vida me hallo acosado por una sensación de permanencia (“no he de preocuparme aún me falta tiempo para morir”) y que mientras este vivo necesitaré todos esos objetos materiales que hacen la vida más agradable, desarrollo un fuerte amor al deseo de los maravillosos efectos del presente, poseído por este afán no hallo consuelo alguno ni hago felices a los demás, tampoco yo lo soy, cada vez me vuelvo más egocéntrico (“mi esto” “mi cuerpo” “mi aquello” “mis riquezas”…), todo el que se cruza en mi camino es objeto de mi ira. No, no es posible seguir así, me centro en mi propio sufrimiento, en esa intensa lucha contra mi aferramiento a la droga y sufro y padezco intensamente sin descanso ni pausa. Me doy cuenta de que es necesario, como me dijo alguien en una ocasión, desarrollar mi escasa compasión pues fortalece mi punto de vista y con ese coraje que me proporciona me siento más relajado. Solo con pensar en otros que padecen mucho más intensamente que mi absurda tendencia y mi lucha por erradicarla hace que al examinar mis padecimientos parezcan relativamente más pequeños.
El placer y la angustia están en mis propias manos.

Acerca de la muerte, ocho son las ideas que aparecen en mi mente;

La muerte llega irremediablemente y no se puede eludir.
No puedo dilatar los años de mi vida que van disminuyendo sin cesar.
El tiempo que estaré en esta vida no está definido.
Las causas de la muerte son muchísimas, las de la vida pocas.
La fragilidad de mi cuerpo me hace pensar que el momento de mi muerte es incierto.
En el momento de mi muerte mis amigos, mis familiares, no son de ayuda.
En el momento de la muerte mis riquezas logradas con tanto esfuerzo no sirven de nada.
En el momento de la muerte mi cuerpo no me ayudará.

Hay un poema maravilloso que dice;
“Contempla las cosas compuestas de causas
Como si fueran estrellas rutilantes, el fruto de una enfermedad visual,
La luz vacilante de una vela de sebo, ilusiones mágicas,
Rocío, burbujas, sueños, rayos y nubes”

Mi muerte, la desaparición de mi cuerpo, el fin de la existencia de Jody Dito. Si logro sentir la incertidumbre de ese momento, emplearé mejor el tiempo. Si intento apartar la ilusión de que todo es permanente, podré estar listo. Si me doy cuenta de que a pesar de lo maravillosa que pueda ser una situación, su naturaleza es finalizar, estaré preparado. Si dejo de pensar que más adelante tendré tiempo, no lo malgastaré. Tengo que ser honesto con mi propia muerte, no hacer caso de los halagos cuando esté cerca, me dará valor y alegría. Si mis escasos y esporádicos momentos de alegría me dan satisfacción, tendré que utilizarlos pragmáticamente aprovechándolos en ver de cerca mi propia muerte, pensando en ella y poniéndome en la situación de tener que sufrirla.

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