Soy un asiduo de los cuartos de baño, pero ojo!!, en un cuarto de baño, servicio, escusado, urinarinario, vater, cagadero......y otros nombres que se le pone a ese cuarto especial que hay en toda casa, bar, hotel o dondequiera que el ser humano repose, descanse, habite o pase algún tiempo , se puede hacer muchas cosas, por algo es el cuarto más privado de un edificio, ya puede ser público o casa particular. En este cuarto somos nosotros mismos, estoy en una plena seguridad.
Cuando entro en un cuarto de estos y le doy al pestillo para cerrar, este espacio se convierte en algo especial. Esta estancia es el subconsciente encarnado en habitación, aquí soy yo mismo, no hay nadie que me este mirando ni estoy expuesto a ser molestado por alguien. Es el lugar donde tiene lugar los actos más íntimos del que entra en esta habitación.
Es el lugar más importante de una casa, se entra en el “santa santorum” de la casa. Me despojo de todos mis velos, de todos mis complejos, me siento a gusto. Soy YO tal cual, el auténtico Jody Dito.
En un cuarto de baño se puede hacer mucho, desde actos fisiológicos a actos de sumo placer, solo o acompañado. Creo que poca gente no habrá utilizado todo el potencial que nos permite un cuarto de baño. Incluso existe tal variedad de cuartos de baño que sería aburridísimo explicarlos todos ellos.
Esta introducción enmarca el contexto donde descubrí, en una ocasión, un acto de expresión escrita muy profunda y llamativa. Un texto en donde se expresa cierto sentimiento que se puede achacar a multitud de situaciones personales; desde un paranoico diagnosticado hasta un miembro de Al-queda. Desde un desesperado militante antiglobalización hasta un policía secreto. Desde una persona deprimida hasta un padre de familia que no llega a fin de mes.
Sin más preámbulos muestro el texto que me encontré en un cuarto de baño, de una ciudad cualquiera ( no me acuerdo de su nombre) en un país cualquiera (tampoco me acuerdo), pero el no saber eso no importa, el texto en si es universal:
Vosotros habéis tomado posesión de mi mente. Vosotros habéis secuestrado mis pensamientos con vuestras virulentas imágenes, vendiéndome después vuestras falsas curas para vuestra propia enfermedad. Me gritáis cual carcelero fuera de sí vuestras palabras y vuestras imágenes. Cuando tapo mis oídos el eco de vuestra voz retumba en mi cabeza. Os odio. Cuando veo vuestros anuncios, vuestros programas de TV, vuestros conciertos de rock, vuestros actos, cuando veo el resultado de vuestra torcida libido, deseo asesinaros, deseo originar incendios, bombardear, descarrilar trenes. Deseo aplastar vuestros edificios y desgarrar vuestros cuerpos hasta que la piel de mis manos de paso a los huesos. Estoy saturado de una rabia que abrasa mis ojos.
No quiero tener estos sentimientos, Vosotros me los habéis producido. Estos sentimientos es el fruto de vuestra siembra de millones de billones de dólares. Y no estoy solo. Hay otros como yo ahí fuera. Cada suicidio, cada loco, cada hombre o mujer que consigue un arma y -“simplemente empieza a disparar”- estos son vuestros hijos bastardos. Ellos no saben todo lo que les habéis hecho. Todos ellos si conocen el odio hacia esos muros invisibles que habéis levantado alrededor de ellos, su odio por el estrecho camino por donde habéis tratado de hacer que caminen. Y el inocente paga con su sangre vuestra negligencia.
Recordad esto; Mi mente es grande. Cuanto más tratéis de aplastarme y empequeñecerme, mayor será la presión que nazca dentro de mi, cuanto mayor sea la presión, más oportunidades habrá de explosión. Hubo un tiempo en el que yo sentía amor, pero ahora solo siento odio y rabia. Y tengo miedo de lo que pueda hacer. Y vosotros podéis decirme “SE FELIZ” pero sé que realmente significa “CALLATE”.
Creedme, necesito ser feliz, camina a mi lado.
Mi condición de yonki hace que visite a menudo los cuartos de baño, cuando vi este texto me quedé petrificado. Es la expresión de un odio tan desgarrador, tan profundo, tan consustancial, que no pude por menos que salir del cuarto de baño e ir a la cafetería de enfrente a fumar tranquilamente un “chino”. No tengo necesidad de estar doblemente amargado, por el sentimiento de culpabilidad de mis actos y por la lectura de un odio tan grande plasmado en la puerta de un cuarto de baño.