Un camello y III
Un “camello” es un currante, trabaja todo el día, además de un sitio hacia otro, no para, vamos que se gana el sueldo como cualquier hijo de vecino, bueno como cualquier currante de vecino. Por poner un ejemplo, mi “camello” curraba de 10-11 de la mañana hasta las 10 en punto de la noche. Para esto era como un Inglés y no como un Iraní, a las 10 y dos minutos le llamabas y ya tenía el teléfono descolgado, era bárbaro. La verdad, lo llegue a admirar, sobre todo por la cantidad de papelinas que tenía en el bolsillo.
Pues bien, como mi “camello” no podía entrar en las “barranquillas” tuvo que agudizar su ingenio. Estuvo más de dos o tres, incluso, meses, dándole vueltas a la cabeza, y esto y lo otro y por qué no hago lo de más allá, y me preguntaba a mi y le preguntaba al otro, así tres meses, la rehostia vamos!!. Yo pienso que fue la época que más pensó ese individuo de toda su entera vida. Pero, como todo en la vida, llegó la solución.
Un día me preguntó si tenía cloroformo, joder!! Pensé yo, que tío más raro, cloroformo!!, ¿para qué?. Se sabe que dicha sustancia se empleaba en el siglo pasado no, en el otro, para anestesiar a los pacientes que iban a ser operados de algo, por lo general no salían de la operación pero eso como que no importaba mucho. El caso es que me pregunto eso porque sabía a lo que yo me dedicaba y claro, el pensó - “este jonky de mierda seguro que me consigue cloroformo”- Pues no, se equivocó!!, ¿de donde iba yo a sacar cloroformo?, aunque hubiera podido en mi época de estudiante en esos momentos, no.
La cosa seguía su curso, yo le llamaba, el me pasaba la heroína y todos contentos. Lo del cloroformo se olvidó.
Hasta que un día leo en el periódico que han encontrado un cadáver en un descampado a las afueras de Madrid. No es una noticia muy original, la verdad, casi siempre hay un cadáver en las afueras de Madrid, por una cosa u otra siempre se encuentran esas “cosas” por ahí afuera.
Lo curioso y lo raro es que el cadáver era el del “el rata” o me lo parecía a mi. Por simple curiosidad me enteré, en “las barranquillas” que el chabolo del “el rata” estaba vacío. Claro, “aquí han fumado, aquí hay colillas” o al revés no sé como se dice. Di por sentado que al “el rata”, mi “camello” el iraní le había pegado un par de tiros, cosa, que por otro lado era lo propio y a nadie extrañó.
¿cómo lo hizo?, pues aquí está la gracia. El iraní se había agenciado el cloroformo de marras y fue con dos compinches al poblao gitano. Mi “camello” no salió del coche, salió su compinche, entró en el “chabolo” de “ el rata” y le dijo;
“Tostao ( tenía un segundo apodo) ven al coche que he traído material de primera”
El otro le contestó;
“Espera, espera que estoy ocupao”
El compinche le dijo;
“Vale, vale Tostao, se lo llevaré a la “rubia” (gitana donde las haya y , en este caso, la competencia de “el rata)
En este mundo globalizado de la oferta y la demanda, eso de que tú negocio se lo lleve la competencia es lo peor, por lo cual “el rata” contestó;
Venga “chapao” (mote del compinche de mi “camello”), ya salgo”
Y con estas palabras, que probablemente fueran sus últimas palabras coherentes que debió decir este famoso personaje de las “Barranquillas”, salio del “chabolo” y entro en la boca del lobo.
En la parte de atrás del coche, el compinche, le puso el cloroformo en la nariz y con esfuerzo y otros dos brazos más, del otro compinche, poco a poco fue cediendo “el rata” y dormido como un bebe quedó. Con habilidad que solo lo da la delincuencia y el hábito de joder a los demás, lo metieron en el coche y a toda hostia se lo llevaron de aquel infierno.
Cuando despertó, la cara de “el rata” debió ser un poema, un poema de terror, después de una paliza profesional. Son palizas que te dejan al borde de la muerte pero sin matarte, las he visto y juro que no volveré a verlas jamás. Le aconsejaron que eso de pagar no se hacía, le dijeron que era mala persona, le explicaron que las cosas no son así, que se lo había ganado, etcétera.
Cuando “el rata” casi se había convencido de que con esa paliza que casi no le dejaba pensar, se daban por satisfechos estos “hijos de puta” de los iraníes, en ese momento, como de esperanza, como de pedir gracias a Dios, en ese mismo instante, mi “camello el iraní, le descerrajó dos tiros limpios , uno en el corazón el otro en la cabeza. Y aquí acabo la historia de “el rata” , y por ende, empezó la fama de “hijo de puta” de mi “camello”.
Esta historia es tan verídica como el que la escribe, yo, Jody Dito. Me la transmitió, punto por punto, mi, ya conocido, “camello” iraní.
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