Un tren
Llevo unos días algo alterado, nunca pienso que sea posible permanecer todo el tiempo en un estado de ánimo concreto. Una semana estoy de mal humor, otra semana alegre como unas castañuelas, otra semana triste y aburrido, mi estado de ánimo varía con frecuencia, de un momento a otro mi humor viaja a lo largo de diferentes estaciones, pasa por el apeadero de “estoy que no puedo más“, la siguiente parada anunciada con un ding-dong es “¡¡qué bella es la vida!!, un buen rato traqueteando por las vías de ese tren llamado rutina y de nuevo el anuncio que hace que sepamos cual es la siguiente estación; “estoy aburrido”.
El viaje puede ser largo o corto, el billete te lo dan antes de ser concebido, nunca sé el tiempo de duración de este viaje, tampoco sé por cuales estaciones pasaré ni cuantas dejaré atrás. Ya desde el comienzo del viaje me doy cuenta de que nunca son las mismas estaciones, no paso por estaciones repetidas durante un largo periodo de tiempo. Siempre van variando. Estoy en “¡¡uuf! Qué alegría!! y la siguiente es ¡¡no puedo más!!.
Sin embargo hace tiempo que se repiten las estaciones con insistencia machacona, su nombre es ¡¡Qué ha podido ocurrir!!.
Llevo unos días alterado y sin cambio en mi estado de ánimo.
Tenía un amigo de fatigas, alguien que con 18 años conoció esa desgracia que se llama heroína. No creo haber conocido a ninguna otra persona más vitalista, amable, simpática y encantadora que este amigo. No había nadie que estuviera triste a su lado, siempre hacia lo posible porque se encontrara feliz el que tenía la suerte de estar a su lado. No había lugar para el desencanto cuando salías con él.
Mi amigo salió de su casa como todos los días, se fue a comprar heroína al poblao como todos los días, una zona de descampado, solitaria, por donde pasa un tren de cercanías, un tren de los que vemos pasar a miles y a diferentes horas del día, él eligió las 6 de la tarde.
Se acerco a las vías, sabía que a las 6 de la tarde pasaría uno, camino de Atocha, todos los días lo veía pasar, dentro del tren, gente que volvía de trabajar o que iba yo qué sé a donde.
No tuvo que hacer gran cosa, solo ponerse justo al borde de uno de los raíles de la vía y esperar, fue poco tiempo, quizás el pitido del tren le despertó de su ensoñación. Miró hacia donde venia el pitido, también venía el tren, pito otra vez, puede que no le diera tiempo a pensárselo otra vez más o a mirar.
Solo tuvo que inclinar un poco la cabeza, echarla unos centímetros hacía adelante, solo eso. ¿Lo tendría calculado?. El impacto de uno de los costados de la máquina del tren de cercanías contra su cabeza fue seco, duro, rápido.
El cuerpo inerte de mi amigo lo encontraron unos metros más allá de la vía del tren, tenía la cabeza partida como una nuez. No debió ser doloroso. El maquinista que conducía el tren no paraba de decir que no le dio tiempo a frenar. Siempre pita en esa zona, siempre. Esta cerca del poblao gitano y muchos jonkys cruzan por la vía para ir a pillar heroína.
Mi amigo se conocía la zona, sabía a que horas pasaban los trenes, tantas veces pasando por ahí. No sé cuando tomó la decisión, no sé porque la tomó, no sé nada. Solo sé lo que repite mi cabeza una vez detrás de otra, ¿por qué?.
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