El principio de una tarde de verano calurosa, demasiado, que mejor que estar acostado en la cama pasando la calorina con la ventana abierta y la brisa del mar bañando tu cuerpo desnudo ¿algo mejor?, si, parece ser que si, estar pillando algo de heroína en los alrededores de la iglesia del siglo XVII de este coqueto pueblecito de marineros en la costa gallega. El camello conocido de otros años, padre de familia, vecino del pueblo con vivienda familiar en el mismo. Llamada de teléfono, quedo con él, salimos al encuentro, después del apretón de manos rápidamente pasamos a la transacción
“¿Cuántas quieres?”
“Mmm!, déjame pensar, a ver, dame cuatro”,“toma 50 euros”
“anda, coño, no tengo cambio”
“¡joder!”
“espera, yo tengo en casa, vamos y allí te cambio”
“bueno, vale, vamos”
Su casa a cuatro pasos de donde estábamos. Todo esto ocurría a pleno sol en esos alrededores solitarios de la iglesia ni siquiera en la terraza del bar había gente ¡con este calor!. Confiados y a sabiendas de estar en terreno conocido y controlado, ninguno en su sano juicio pensaría en ser cazados por la policía sereta antidrogas. Cierto que últimamente estaba pasando más a menudo, redadas y casos de pilladas con las manos en la masa, el pueblo con su club náutico y sus regatas internacionales con el príncipe navegando por aquí, hacía ya tiempo que estábamos muy oprimidos, ¿pero esa tarde?, no, esa tarde hacia calor y el patio estaba solitario.
¡No!, no era así, dos cándidas palomas eran cazadas por el halcón acechante. En un momento, rápido como una centella, salido de la nada, aparecido mágicamente, alguien, un tío joven con polo lacoste, pelo corto y bien afeitado se encara y suelta;
“a ver ¿qué estáis haciendo? Pasando droga ¿no?”, “separaros, ¡chist! Quédate ahí”
La mayúscula sorpresa proporcionó un latigazo eléctrico que recorrió en un instante toda mi altura desde los píes hasta la coronilla y un rubor en la cara. El pensamiento haciendo gala de la defensa a ultranza del “yo” me dijo, me dio a pensar “es una broma, este tío es amigo del camello y nos está gastando una broma”. pobre pensamiento siempre queriéndose librar de la cruda realidad. No, era cierto, un secreta nos había pillado con las manos en la masa y ahora venia el rechinar de dientes y el trágame tierra y el pensar a la velocidad de la luz y el temblor de piernas. Ahora venía lo bueno. Varias horas en el cuartelillo de la Guardia Civil, interrogatorio, miedo, preocupación, crispación. La suerte de que no me había dado el camello aún la heroína por lo tanto yo no tenía nada de droga solo el dinero, Gracias a eso solo pasé unas cuatro horas en el cuartelillo y nada más. El camello con toda la heroína a pesar de que juro y perjuro que era para consumo propio se quedo detenido. Tremendo marronazo se comió.
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Yendo a Asturias a la altura de Oviedo en mi coche por la noche al tomar la desviación para meterme en las carreteras secundarias que me llevarían a esa Asturias profunda que me estaba esperando, me equivoqué. Yendo por la autopista pasado Oviedo ya me dije “por aquí no es”. Dentro del coche en el asiento delantero vacío de personas y lleno de papel de plata con restos de un chino que venia fumándome desde Madrid, mezclado con base de coca hacia que me mantuviera despierto, mucho no quedaba pero todavía había para un rato. Todo desorden, papel de plata por aquí el chino por allí otro poco de papel de plata con algo de heroína en mi cartera donde guardo los carnés y tarjetas de crédito, todo desorden. Algo me dijo, una sensación, “guarda todo esto y tira lo que no sirva” podría haber pensado “¿por qué?” pero no lo hice e hice caso a esa repentina sensación.
Un cartel de gasolinera a 100 metros, reduzco velocidad, entro, paro, voy a la tienda y pregunto por la dirección a donde iba. Muy amable me lo dice, subo al coche, salgo de la gasolinera, avanzo 300 metros y una nueva desviación con cambio de sentido, mi camino, me meto en una zona industrial vacía, desierta, son las 11 o las 12 de la noche, ¿Quién va a haber? Nadie se ve, hay una rotonda entro en ella y …..
Alguien en medio de la carretera con una luz alargada en la mano, amarilla, hace señales, me fijo, ¿Quién coño…? La guardia civil, el segundo estaba algo más allá. Miro al asiento delantero, veo restos de papel de plata los tiro como puedo, me da tiempo para echar otra ojeada alrededor y para ponerme algo nervioso. Y me da por pensar “bah ni siquiera me harán bajar del coche, tranquilo Jody”. Sigo las señales, las hago caso y paro en el arcén, delante del coche de la guardia civil, no salgo abro la ventana, le miro, trato de poner cara de inocente de panoli de gilipollas
“hola”
Saludando con la mano en la sien, me dice
“buenas noches, documentación del coche, permiso de circulación de usted”
“si, espere, ¿pasa algo?” “¿he cometido alguna infracción?”
Tarda en contestar y sin mirarme, dice
“no, es rutina, nada más” “su permiso de circulación y ¿puede bajarse del coche?”
Esa poca tranquilidad que tenía desaparece de golpe y empieza a subir la sensación conocida eléctrica que recorre todo mi cuerpo, el rubor, el calor. Pero aún aumentaría más, mucho más, aún faltaba por llegar la puntilla. Cuando mi mente se petrifica, cuando me quedo perplejo, cuando se me abre la boca como a los bobos de pueblo, cuando se me nota como empiezan a temblar mis piernas, cuando directamente me cago en los pantalones es cuando oigo decirle como contestación a una pregunta mía lo siguiente
“agente, ¿pasa algo?, ¿ha habido algún accidente?¿he cometido alguna infracción?”
Más serio que antes, contestando con cierta incomodidad
“no, solo es rutina, un control antidrogas”
Me bajo del coche ya definitivamente preocupado, por una equivocación de carreteras, por pasar un desvío sin cogerlo, puedo tener más de un problema, la puedo cagar, ¡qué se yo lo que puede pasar! Empiezo a hacer un recorrido mental de donde tengo el papel de plata, que es lo que tengo en los bolsillos, etc. Y empieza el teatro representado unas cuantas veces ya;
“¡ponga todo lo que lleva en los bolsillos aquí!”, “quitese la cazadora“, “levante los brazos” “¿qué es esto?” “¿para qué lleva esto?” “¿y esto?” “abra la cartera” “abra la guantera”
Haciendo malabarismos con las manos para que no me viese un trozo de papel de plata quemado y hecho una bolita, rezando para que no viese el papel de plata con la heroína quemada en un compartimiento de mi cartera, para que acabase ya de una puta vez el registro que estaba haciendo el segundo Guardia Civil. Fue un tiempo tenso de agobio que apareció de la nada, mágicamente, por una ¿casualidad?. Pasado un tiempo y después de un mal registro, ¡menos mal! seguí camino, esta vez el correcto, algo tenso y cagándome en mi puta estampa.
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Una noche cualquiera, tarde ya, las 11, salgo del poblao gitano y entro y atravieso ese barrio nuevo nacido en un tiempo record de la nada, preñado de grúas, a la salida de él pero aún dentro de él, paro, preparo el chino, pongo el montoncito de heroína en el papel de plata aplico el mechero debajo de él ese primer humo lo desprecio no sé por qué no me gusta creo que es malo, alguien que me ha visto hacerlo en alguna ocasión dice que soy gilipollas y un despilfarrador, doy la primera calada absorbo bien lo expulso doy la segunda, paro, me encuentro tranquilo disfrutando ya tenía los síntomas del mono ya empezaba a dolerme todo llevaba desde las 10 de la mañana que no había fumado y era gloria bendita para mi. Así estoy, casi en el paraíso. Miro al frente a la nada con la mirada perdida me abstraigo en mis pensamientos. En la línea de mi vista recto hacia delante se cruza en mi visión un coche que acaba de aparcar delante del mío, cruzado mal aparcado. Me fijo en él y aparece de repente alguna especie de sensación sospechosa. Enciendo el coche, meto la marcha, voy a dar marcha atrás y antes de mirar por el espejo retrovisor veo que el conductor del otro coche me hace señas de que me pare y el acompañante pone en ese mismo momento encima de la guantera del coche un objeto redondo con una luz azul que da vueltas. Una luz azul que da vueltas como las que lleva la policía en el techo de las lecheras. Me fijo mejor y veo al conductor que sale del coche y diciéndome que me pare y que aparque. Hago caso, el chino en el asiento delantero, el mechero, el turulo, todo a mi lado solo me da tiempo de echarlo al suelo. Abro la ventanilla le miro y espero a que me diga algo;
“buenas noches, documentación del coche , permiso de circulación, por favor”
No digo nada, solo; “si”
Se la doy, la revisa, me dice
“salga del coche”
Salgo, dejo la puerta abierta, mira al interior, dice
“qué, ¿fumando?”
“si”
“a ver dámelo, tráelo aquí”
Me agacho lo cojo y se lo doy
“¿tienes más?, mira que te voy a registrar, ¿tienes más?”
Algo pálido y ciertamente hasta las narices, contesto
“no”, “no tengo nada más”
Lo de siempre, lo mismo una y otra vez, guión repetido como en una película de serie B;
“pon todo lo que llevas en los bolsillos ahí”
Mientras el estupa, el secreta, un tío muy joven con el chaleco antibalas a modo de prenda de moda, apretado, de su talla, le sienta bien, le da aspecto de protagonista de serie televisiva, se siente seguro, solo hace falta que ponga los brazos en jarras y la imagen será perfecta, se pone unos guantes de látex y yo dejo todo lo que llevo en los bolsillos en el asiento del conductor. Empieza a registrarme.
“¿llevas algo más, dentro de los bolsillos?”
“no”
Me cachea hasta en los huevos ¿será marica?. Dice;
“¿solo llevas esto?”
Señalando a la tira de papel de plata con una pasta marrón oscura en el medio.
“dime la verdad porque es mejor” “¿has estado detenido alguna vez?”
“si”, “no”
Mientras ocurre todo esto su compañero no pierde el tiempo, ha estado haciendo su trabajo, revisa mis papeles de arriba abajo, llama a la central, dice mi nombre deletreando, espera contestación, me mira, otra vez los papeles. El que me ha cacheado dice;
“¡qué!, haciendo ricos a estos gitanos ¿no?”, “¿no te das cuentas que los estas haciendo ricos?”
Algo perplejo le miro, me encojo de hombros, no me sale nada en forma de contestación, solo un; “ya”
“¿es tuyo el coche?”
“claro”
Con los guantes de goma dobla el papel de plata y le pide al compañero algo para guardarlo, yo con los ojos bien abiertos pregunto
“¿se lo va a quedar?”
“pues claro”
“¡joder! No me haga esa faena, ¿por qué?”
Me mira con media e imperceptible sonrisa, dice;
“pues claro que me lo llevo”
¡joder!, ¡joder! Y ¡joder!
La cosa acaba como empezó, con mono, necesitando fumar algo para calmar el dolor de huesos, ¿y ahora qué? me pregunto en voz baja.
La cosa acabo en que ellos se fueron y yo me fui. Un poco más adelante, giré, volví sobre mis pasos entre otra vez en el poblao gitano y otra vez empecé de nuevo.
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El camello que tengo cerca de mi casa, tiene unas pintas un tanto extrañas, horteras, pasado de moda. El pelo muy largo, melena de un rubio intenso, la piel blanca, blanca, un tatuaje grande en el cuello, uno que le ocupa todo el brazo derecho, va con gorra, pantalones anchos de hiphopero, cadena colgante y todo los aditamentos que hacen de él alguien que llama la atención. No me gusta estar con él más tiempo del estrictamente necesario, aún así y todo siempre estás al albur de comerte algún marrón.
Quedo con él a las 8 de la noche en la plaza, llego en el coche, le veo, aparco mal, pero va a ser solo un momento, entra en el coche , le pido cuatro bolsitas, las saca de una bolsa pequeña de punto con una cremallera, me las da, las dejo en el reposa brazos y le digo que no tengo dinero que tengo que ir a sacar al cajero. Salimos del coche vamos al cajero que está en la calle, de esos que están en la calle y no dentro del banco. Empiezo la operación de sacar dinero y mientras estoy en ello pasa un coche de la policía por la calle que hace esquina, a unos 15 metros. El camello me dice;
“no mires, está pasando la policía, sigue haciendo lo que estás haciendo”
Miro de reojo y sigo dando botones. Saco el dinero me lo guardo y caminamos hacía donde está el coche de la policía, por ahí teníamos que pasar por cojones. A los tres pasos nos damos de bruces con los dos policías que han salido del coche y se han dirigido a nosotros. ¡Qué cojones nos verían para sospechar!, yo soy un tío normal, no destaco, absolutamente normal, el camello es más raro, pero coño no tanto para que sospechen dos policías. ¿Qué estábamos sacando dinero y ellos pensaron que me estaba atracando?, ¿qué no tenían otra cosa mejor que hacer?, ¿qué tenían que hacer que trabajaban antes de irse a casa?, cualquier cosa pensarían vete tu a saber qué cosa se les pasaría por la cabeza.
Lo de siempre repetido una y otra vez es cansino, ¡vale madre! Como dicen en los blogs mexicanos.
“¿van juntos ustedes dos?”
¡coño! Algo original esta vez. Nos miramos el camello y yo
“si”
“enseñen su documentación por favor”
Si, cierto que venía de trabajar estaba cansado y claro por supuesto con mono con ganas de fumar algo y pasar de todo. Si, cierto que me tocaron los cojones como vulgarmente se dice. Pero metí la pata. Haciéndome el gallito pregunté;
“¿se puede saber por qué piden la documentación?”, “¿hemos hecho algo sospechoso?”
“Hacemos nuestro trabajo, señor, estamos haciendo nuestro trabajo”
Repitió y me miro con cara de pocos amigos. Y yo cuando me pongo chulo pues me paso y la cago y más con la policía. No llevaba nada encima, las bolsitas estaban en el coche, nada temía. Pero el camello me miraba con ojos como platos, sumiso les decía a los policías;
“si, si lo que ustedes quieran”, “aquí tiene mi carné”
Templaba gaitas y se disculpaba me decía, mirándome, que estaban haciendo su trabajo, estaba tan cagón que me dio por pensar y a los pocos segundos vino a mi cabeza la razón de su acojone. Él llevaba la bolsita de punto con su cremallera llena de bolsitas de heroína, si la descubrían los dos íbamos de cabeza al trullo. Se me pasó por mi cabeza de chorlito todo el marronazo que pudiera pasar y ahí en ese instante me callé como un mudo, cual hermano Marx.
En medio de la calle de la plaza lleno de gente empezando a formarse corrillo ahí estábamos los cuatro . Otra vez la misma cantinela de siempre, vaciado de bolsillos, chequeo de chaquetas, toqueteos impúdicos, preguntas absurdas, contestaciones más absurdas, llamadas por el walki-tolki. ¡en fin! Que os voy a contar que no sepáis a estas alturas.
Esta vez el milagro fue el chaquetón del camello ahí estaba el cuerpo del delito, pues bien, no sé donde escondería esa bolsa de punto que por más que el policía buscó y buscó, tocó y tocó no dio con ella y gracias a eso cada uno se fue por su lado, por donde vino. Claro la bronca monumental por hacerme el gallito y a punto de haber dormido en la trena me la llevé del camello. Aún con ese leve temblor de labio superior como resto del nervio pasado del camello, me soltó toda una bronca aderezada con alguna que otra hazaña de juventud para asentar aún más su razón.
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Estoy harto, de veras, estoy cansado de todo esto de no poder ir por la calle sin nada que ocultar de que me ocurran todas estas situaciones que agobian, que agrian, que desesperan, que cansan. No puedo más. He de confesar que llevo algunas, pocas, semanas intentando poco a poco pasar de fumar, alargar el espacio entre chino y chino, es una lucha titánica conmigo mismo sé que venceré lo sé y por ahí hay alguien más que también lo sabe lo haré aunque sea por evitarme estas absurdas escenas.