OM TARE TUTARE TURE SOHA

martes, 27 de marzo de 2007

Lágrimas

Estoy contento, no paro de secarme las lágrimas, aparece en mi pensamiento una y otra vez la idea de la muerte. Estoy alegre, me escuecen las mejillas, están rojas del paso de las lágrimas por ellas, son saladas. Me miro al espejo y veo una cara hinchada, abotargada de tanto lloro.
Por la noche me tropiezo con los agujeros en el cemento de las calles del poblao gitano, hay luna y todo está cubierto por brillos metálicos, parece bruma, puede que lo sea, se ve poco pero se ve todo blanco lechoso, se cruzan en mi camino bultos en forma de personas, están achepados, las manos en los bolsillos, la mirada en el suelo, me ofrecen trankimacines, me piden cigarrillos, me miran de reojo.
Hay luna, es de noche, hace frío, la calle está mojada ¿de donde sale el agua?. Tiemblo, aprieto los dientes, me duelen las mandíbulas, estoy deseando pillar tres micras de heroína, toco en la puerta ¿quieeen es?. Bajo esos cuatro peldaños de la puerta del chabolo, entre mis dedos fuertemente apretados está la bolsita. Hace frío, hay luna, casi llena, entre las calles, en el medio, los hierros las maderas, los escombros, las muñecas rotas, las bolsas de basura, los papeles, el agua, todo eso me cierra el paso. Cruza un gato y otro, hay muchos, es buen sitio hay muchas ratas, menos ahora, los gatos las cazan, pero hay y muchas, también las veo y me da por pensar si ellas también van a pillar.
Estoy contento y pienso en la muerte, en mi muerte, ya no me quedan pañuelos de papel, todos están húmedos de lágrimas. Me digo; “cuando deje la heroína….”.
Tengo ganas de llegar al coche, está aparcado en la carretera un poco lejos de las miradas extrañas, casi escondido, ya lo veo ya me gustaría estar dentro de él. Hay una chica, joven, siempre sucia con el pelo alborotado, es chilena, tiene ropa de chico, las manos son ásperas y llenas de suciedad, uñas negras, siempre me sigue desde aquella vez que me la encontré en el chabolo de la “pelona” y le di un euro, desde entonces me busca, se alegra cuando me ve, siempre viene corriendo hacia mi, no me pide nada, sabe que se lo voy a dar, un euro, dos o cuatro, a veces la invito a una micra de base de coca, es lo que ella fuma, de eso está enganchada, es joven y sucia, no llega a los 25 años y parece ya que tiene más. Siempre me está hablando de cosas absurdas, siempre me pregunta, nunca la contesto, soy yo quien la pregunta. Una vez que le doy el dinero desaparece, nunca da las gracias y siempre pide más, ella sabe que no habrá más pero siempre pide más. Hace lo mismo que yo, siempre pide más.
Llego al coche, abro la puerta y me tiro en el asiento, estoy cansado. Todo se me cae, la plata para fumar, el mechero para prender, el turulo para aspirar, la luz interior del coche para ver, casi no puede hacer nada, tengo las manos y los dedos agarrotados, puede que del frío o puede que del mono. Cuando fumo unas caladas me llega el placer, es doloroso, es cruel, es hiriente y pienso; “cuando deje la heroína….”
Los ojos se me cierran y las manos se me calman, se me olvida que aún estoy en el poblao. Estoy contento, lloro desconsoladamente. Me llega el pensamiento de que aún estoy en el poblao, arranco el coche rápidamente y me voy, atrás dejo todo un universo de terror y dolor, miro por el retrovisor y todo se hace pequeño, casi como si no existiera. Según me alejo de ese mundo y va apareciendo el otro mundo, ese que dicen que es el normal, me voy tranquilizando, se me cierran los ojos, paro y fumo un poco más, ahora ya estoy un poco mejor a pesar de que no me abandona la idea de la muerte.
Las luces de la ciudad, los coches, tantos que parecen aparcamientos en movimiento, esas ventanas encendidas, detrás de ellas esas personas desconocidas y pienso en sus desgracias, puede que sean mayores que las mías.
A pesar de todo estoy contento, alegre, no me quedan ya pañuelos, me pican las mejillas de la humedad, me escuecen y pienso; “cuando deje la heroína….”

martes, 13 de marzo de 2007

10 de Marzo de 1959

El 10 de marzo de 1959 tuvo lugar una revuelta en Tibet contra la ocupación china de 1951. Ese día 300.000 tibetanos rodearon el Potala, el palacio donde vivía el Dalai Lama para protegerle de un probable asesinato o secuestro. La respuesta de los militares chinos en los días siguientes fueron miles de muertes en represalia.
Desde entonces, más de 1.2 millones de tibetanos han muerto como resultado de la ocupación. No solo es este genocidio ya de por si execrable sino que la ocupación ha convertido al Tibet en un basurero nuclear, en un monumental saqueo de los recursos naturales y en una invasión de población china. Debemos saberlo, debemos decirlo.
Un lugar en donde se conserva en estado purísimo la naturaleza, en donde los valles, las montañas, ríos y miles de lagos muestran su poderosa armonía natural, en donde la fauna y la flora alcanzan el grado supremo de virginidad, en donde la atmósfera presenta una extraña claridad y sutileza, un lugar en donde la presencia de la naturaleza sobrecoge e invita al espíritu a reconciliarse, en donde el silencio adquiere un protagonismo absoluto. Ocupado por tribus nómadas ancestrales y seres capaces de logros equiparables a plantar el píe humano en la luna solo que con el espíritu con la mente en vez de con lo material y lo físico. Este país, esta región, el altiplano a mayor altura de todo el planeta con una media de 4.000 m de altitud sobre el nivel del mar, esta meseta rodeada de la muralla montañosa más colosal jamás vista por el ser humano, el techo del mundo esta mancillado, humillado, aplastado bajo la bota de la ignorancia.
El Tibet ha sido arrasado desde 1951, está en peligro de muerte a punto de sucumbir por la malicia y la ignorancia del ser humano. Debemos revelarnos contra esa maldad que está dentro de nosotros, es nuestro deber renunciar a la capacidad de hacer daño.
Y sé que el comienzo está en mi, el punto de partida soy yo. Ayudémonos.
Me acuerdo de una conversación que tuve con un tibetano de 72 años de edad. Nuestra vida esta llena de sinsabores, de problemas que nos agobian. Nos sentimos cercados por situaciones a las que no encontramos ni vemos salida. Según parece nadie esta a salvo de esto, cualquiera puede contarnos una situación en la que se haya deprimido, confundido sin saber que hacer o cómo resolverla, causa en nosotros un estado de ánimo que da lugar a un sentimiento autocompasivo que necesitamos comunicarlo a los demás, decirles lo mal que estamos y la situación tan difícil por la que estamos pasando. Es un mecanismo de supervivencia, deseamos encontrar una solución que nos saque de ese pozo en el que hemos caído. Pues bien, así estaba yo hablando con este tibetano, le exponía ese problema que me tenía tan hundido, tan fuera de mi, era algo que podía comparar perfectamente con la muerte pensando que mejor estaría muerto que en la situación en la que me encontraba (siempre tendemos a dramatizar todo hasta los extremos). No, no es raro que suframos estas situaciones en nuestra vida, en la sociedad en la que vivimos tan hedonista y egoísta, tan individualista, nos conduce fácilmente a estos estados. Y yo le estaba contando una de estos momentos por los que se pasa a lo largo de nuestra vida. Una vez que terminé de contarle tamaño problema, me miro fijamente y sin hacer ningún ademán con las manos o con su cuerpo, me dijo;
-”Esto que me estás contando no es realmente un problema, no es esa situación tan difícil y desesperada por la que crees que estás pasando”-
Logró, no sé si se lo proponía, que me quedara perplejo, absolutamente desconcertado, pensando que como era posible que no se diera cuenta de lo agobiante de mi situación o que no me planteara algo que pudiera considerarse mucho peor y así por lo menos darme cuenta de la futilidad de mi problema.
Pero si, lo hizo. Impertérrito siguió hablando con un cierto reflejo en su cara de diversión, una media sonrisa parecía que se dibujaba en su cara ante la expresión de la mía, suspiró y con expresión ya seria me dijo;
-”Un verdadero problema, una situación verdaderamente dolorosa en la vida de un hombre es no tener país, carecer de una patria, de la tierra en donde se haya nacido. No poder regresar a tu pueblo y ver a tu familia y a tus vecinos”-

Si paramos a pensar en estas palabras es muy probable que nos demos cuenta de la razón y sabiduría que contienen. Frente al hecho de carecer de la tierra que te ha visto nacer, aunque , ya digo, no parezca a primera vista algo importante, no existe situación de mayor desesperanza que eso. Ya podemos mencionar miles de situaciones deprimentes con las que nos tropezamos continuamente en nuestra vida, con problemas que nos agobian y nos hacen tanto daño que nos paralizan, que como la sensación de no poder estar pisando nuestra tierra, nuestro país no hay nada. Imaginaos por unos segundos qué sensación tendríamos si ahora mismo estuviésemos en Francia, por ejemplo u otro país cualquiera, escribiendo, leyendo, trabajando, viviendo y no pudiéramos volver a España a nuestra ciudad con nuestros familiares o nuestros amigos. ¿Podéis imaginarlo?. Haced un esfuerzo, imaginar el destierro.
En 1959 el Dalai Lama, jefe espiritual y político del Tibet tuvo que huir por la persecución y amenaza de muerte del gobierno Chino, junto con él fueron más de 80.000 tibetanos que huyeron. Desde entonces una cifra parecida a la de muertos por la represión (1.2 millones) han huido y refugiado en la India y otros países.

Everyday I sing to my heart,
A tune of a forgotten land.
Yes, tears do come in my eyes,
Friends come and say their 'byes'.

I stay in a corner and read the walls
Strange, but a history of a nation.

I close my eyes and remember,
The dead bodies, the sacrifices and the cries.
Memories I left behind the Himalayas
Still calling me, following like a shadow.

I see people getting crazy for money,
I see people dying for fame,
But I have nothing to do with them,
I don't even have a complete name.

My dream is simple and my ambition small,
Dream to return and touch my land
Dream to meet my mom.
March10

domingo, 11 de marzo de 2007

La genética y la Heroína

El material genético que está presente en todos los seres humanos da lugar a ciertas características y funciones del ser humano. Se transmite de generación en generación, las características de una persona si tiene una determinada enfermedad o si es de una determinada forma de ser, etc, pasa a otras personas relacionadas con él; sus hijos. Estos heredan cosas del padre entre ellas está la mala leche o un cierto sentido de la compasión o puede que esa inclinación a resolver rompecabezas. Toda una serie de características se transmiten de padres a hijos a lo largo del tiempo. Esto es así, se ha comprobado miles de veces, desde que un monje en la edad media se fijó en unos humildes guisantes ha sido así.
Es bonita la naturaleza y curiosa también, el que una espiral compuesta de cuatro aminoácidos formen una secuencia y de origen a unas características y estas se transmitan por medio de un espermatozoide y de un óvulo de generación en generación; cuanto menos es curioso.
No deja de ser cierto que solo se transmite una parte del material genético de la madre y del padre y que su suma es lo que pasa al hijo, claro a pesar de ser la misma espiral de la madre y del padre su suma origina otra cosa, si vale, pero no deja de ser la misma espiral que tenía la madre y el padre. Esta es la principal justificación que pone la gente para decir que los hijos son diferentes a los padres, y de eso nada de nada, a pesar de lo pesados que se pongan los que se justifican de esta manera.

Esto lo digo porque no logro entender el conflicto, la rivalidad, la lucha sin cuartel que se produce entre padres e hijos.
¿No hemos quedado que son iguales?, si, diferentes, si, pero iguales también, el que la suma de una espiral materna y una espiral paterna origine las dos espirales propias del hijo no explica esa inquina con la que padres e hijos se manifiestan.
Un padre es diabético pues bien el hijo tiene mogollon de probabilidades que lo sea también y si no lo es él lo será su hermano, esto es impepinable. Un padre es un cabrón pues el hijo tiene tantas probabilidades de que lo sea como dictan esas leyes genéticas. Pues si dos cosas iguales tienen por narices que llevarse bien ¿cómo es posible que padres e hijos se lleven tan mal?. No hablo de las excepciones, de las desviaciones, que dicen que su existencia confirman la regla. No, hablo de la generalidad, de lo que vemos habitualmente, en cualquier familia, en la nuestra que es algo conocido, veamos nuestra familia, pensemos en ella.
Luchamos a brazo partido para no parecernos a nuestros padres, para ser diferentes y hacer cosas en esta vida que no se aproximen lo más mínimo a lo que han hecho nuestros progenitores. Toda una vida luchando y batallando en esa guerra para que pasados unos años, quizás con nuestros padres ya muertos y siendo ya nosotros mayores, venga alguien que conozca a nuestra familia y nos suelte eso de :
-”muchacho, eres clavadito a tu padre (madre)”-
Este momento es ciertamente peligroso ya que si pudiéramos asesinaríamos a ese que ha soltado tamaño exabrupto. Pero así es, tan cierto como esas leyes que rigen la genética. Si paramos a pensar en esto lo más probable es que lleguemos a darnos cuenta de que es verdad; ¡“si nos parecemos a nuestros padres“!. Desde pequeños tics o actos rutinarios hasta grandes rasgos de nuestra personalidad y carácter, hemos heredado multitud de características de nuestros padres. Muy a menudo llegamos a esta conclusión cuando ya nada podemos hacer para reparar todos los agravios que hemos inflingido a nuestros padres a lo largo de toda nuestra vida, porque generalmente ya están muertos.
Su muerte nos proporciona el espacio necesario y suficiente para darnos cuenta de esta realidad. La realidad de que tenemos una cadena genética idéntica a la de nuestro padre y a la de nuestra madre.
¿qué hacer entonces? ¿qué hacer ahora que ya nada puedo hacer?
Muy probablemente lo que nos viene a la cabeza en esta situación es algo de Perogrullo;
-”bueno trataré que hacérselo ver a nuestros hijos, para que no caigan en nuestro error”-
Esto, como toda persona normalita sabe, es algo tremendamente erróneo, ya que ni lo vamos a hacer, ni lo sabemos hacer, y lo más sangrante, ni servirá de nada ya que a nuestros hijos les entrara por un oído y les saldrá por el otro.

Por lo tanto, ¿a qué coño se debe que ocurra esto?. No creo que sea algo irremediable, algo que sea tan necesario en la naturaleza como el oxigeno de la atmósfera, no creo que sea una característica esencial como la fuerza de la gravedad. No, pienso que es algo fabricado por nosotros mismos , por la sociedad en la que vivimos. Es algo que hemos creado, parecido al cuento del Dr. Frankestain, es igual. Algo que hemos creado para ocultar nuestra imposibilidad artificial, creada mentalmente, de dejar de ser egoístas, de ocultar nuestra incapacidad de crear compasión, de nuestra falta de solidaridad. Creo que ha sido fabricado por la sociedad en la que vivimos para no tener que pensar más en los demás que en nosotros mismos. Vivimos en una sociedad y hemos creado una sociedad en la que predomina el individualismo y el fastuoso egoísmo del bienestar propio. Mientras a nosotros no nos pase nada ya se puede caer el mundo a nuestro alrededor. Hemos perdido el sentimiento de sociedad en sí, como las abejas, hemos olvidado nuestra condición de sociedad formada por individuos que se ayudan los unos a los otros.
Y todo esto, esta mecánica de la sociedad en la que vivimos con todos nuestros adelantos tecnológicos nos dirige irremediablemente al aislamiento. El hecho de que nos parezcamos a alguien, ni siquiera a nuestros padres, nos pone los pelos de punta y lo negamos tan contundentemente como para crear una guerra sin cuartel contra los seres que nos han traído a este mundo.
Es tan jodida la cuestión que no me extraña que haya personas que se den a la heroína para escapar de hacer el esfuerzo de combatir este engaño. Ese tal Jody Dito me dice que él se anestesia con la heroína porque no puede resolver el conflicto de haberse dado cuenta de que es igual a su padre una vez que este murió y de que el desprecio que ve en su hijo hacia él es tan sangrante que ha encontrado el refugio perfecto en la heroína. Es una buena justificación ¿verdad?.

jueves, 1 de marzo de 2007

Vida absurda

El principio de una tarde de verano calurosa, demasiado, que mejor que estar acostado en la cama pasando la calorina con la ventana abierta y la brisa del mar bañando tu cuerpo desnudo ¿algo mejor?, si, parece ser que si, estar pillando algo de heroína en los alrededores de la iglesia del siglo XVII de este coqueto pueblecito de marineros en la costa gallega. El camello conocido de otros años, padre de familia, vecino del pueblo con vivienda familiar en el mismo. Llamada de teléfono, quedo con él, salimos al encuentro, después del apretón de manos rápidamente pasamos a la transacción
“¿Cuántas quieres?”
“Mmm!, déjame pensar, a ver, dame cuatro”,“toma 50 euros”
“anda, coño, no tengo cambio”
“¡joder!”
“espera, yo tengo en casa, vamos y allí te cambio”
“bueno, vale, vamos”
Su casa a cuatro pasos de donde estábamos. Todo esto ocurría a pleno sol en esos alrededores solitarios de la iglesia ni siquiera en la terraza del bar había gente ¡con este calor!. Confiados y a sabiendas de estar en terreno conocido y controlado, ninguno en su sano juicio pensaría en ser cazados por la policía sereta antidrogas. Cierto que últimamente estaba pasando más a menudo, redadas y casos de pilladas con las manos en la masa, el pueblo con su club náutico y sus regatas internacionales con el príncipe navegando por aquí, hacía ya tiempo que estábamos muy oprimidos, ¿pero esa tarde?, no, esa tarde hacia calor y el patio estaba solitario.
¡No!, no era así, dos cándidas palomas eran cazadas por el halcón acechante. En un momento, rápido como una centella, salido de la nada, aparecido mágicamente, alguien, un tío joven con polo lacoste, pelo corto y bien afeitado se encara y suelta;
“a ver ¿qué estáis haciendo? Pasando droga ¿no?”, “separaros, ¡chist! Quédate ahí”
La mayúscula sorpresa proporcionó un latigazo eléctrico que recorrió en un instante toda mi altura desde los píes hasta la coronilla y un rubor en la cara. El pensamiento haciendo gala de la defensa a ultranza del “yo” me dijo, me dio a pensar “es una broma, este tío es amigo del camello y nos está gastando una broma”. pobre pensamiento siempre queriéndose librar de la cruda realidad. No, era cierto, un secreta nos había pillado con las manos en la masa y ahora venia el rechinar de dientes y el trágame tierra y el pensar a la velocidad de la luz y el temblor de piernas. Ahora venía lo bueno. Varias horas en el cuartelillo de la Guardia Civil, interrogatorio, miedo, preocupación, crispación. La suerte de que no me había dado el camello aún la heroína por lo tanto yo no tenía nada de droga solo el dinero, Gracias a eso solo pasé unas cuatro horas en el cuartelillo y nada más. El camello con toda la heroína a pesar de que juro y perjuro que era para consumo propio se quedo detenido. Tremendo marronazo se comió.

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Yendo a Asturias a la altura de Oviedo en mi coche por la noche al tomar la desviación para meterme en las carreteras secundarias que me llevarían a esa Asturias profunda que me estaba esperando, me equivoqué. Yendo por la autopista pasado Oviedo ya me dije “por aquí no es”. Dentro del coche en el asiento delantero vacío de personas y lleno de papel de plata con restos de un chino que venia fumándome desde Madrid, mezclado con base de coca hacia que me mantuviera despierto, mucho no quedaba pero todavía había para un rato. Todo desorden, papel de plata por aquí el chino por allí otro poco de papel de plata con algo de heroína en mi cartera donde guardo los carnés y tarjetas de crédito, todo desorden. Algo me dijo, una sensación, “guarda todo esto y tira lo que no sirva” podría haber pensado “¿por qué?” pero no lo hice e hice caso a esa repentina sensación.
Un cartel de gasolinera a 100 metros, reduzco velocidad, entro, paro, voy a la tienda y pregunto por la dirección a donde iba. Muy amable me lo dice, subo al coche, salgo de la gasolinera, avanzo 300 metros y una nueva desviación con cambio de sentido, mi camino, me meto en una zona industrial vacía, desierta, son las 11 o las 12 de la noche, ¿Quién va a haber? Nadie se ve, hay una rotonda entro en ella y …..
Alguien en medio de la carretera con una luz alargada en la mano, amarilla, hace señales, me fijo, ¿Quién coño…? La guardia civil, el segundo estaba algo más allá. Miro al asiento delantero, veo restos de papel de plata los tiro como puedo, me da tiempo para echar otra ojeada alrededor y para ponerme algo nervioso. Y me da por pensar “bah ni siquiera me harán bajar del coche, tranquilo Jody”. Sigo las señales, las hago caso y paro en el arcén, delante del coche de la guardia civil, no salgo abro la ventana, le miro, trato de poner cara de inocente de panoli de gilipollas
“hola”
Saludando con la mano en la sien, me dice
“buenas noches, documentación del coche, permiso de circulación de usted”
“si, espere, ¿pasa algo?” “¿he cometido alguna infracción?”
Tarda en contestar y sin mirarme, dice
“no, es rutina, nada más” “su permiso de circulación y ¿puede bajarse del coche?”
Esa poca tranquilidad que tenía desaparece de golpe y empieza a subir la sensación conocida eléctrica que recorre todo mi cuerpo, el rubor, el calor. Pero aún aumentaría más, mucho más, aún faltaba por llegar la puntilla. Cuando mi mente se petrifica, cuando me quedo perplejo, cuando se me abre la boca como a los bobos de pueblo, cuando se me nota como empiezan a temblar mis piernas, cuando directamente me cago en los pantalones es cuando oigo decirle como contestación a una pregunta mía lo siguiente
“agente, ¿pasa algo?, ¿ha habido algún accidente?¿he cometido alguna infracción?”
Más serio que antes, contestando con cierta incomodidad
“no, solo es rutina, un control antidrogas”
Me bajo del coche ya definitivamente preocupado, por una equivocación de carreteras, por pasar un desvío sin cogerlo, puedo tener más de un problema, la puedo cagar, ¡qué se yo lo que puede pasar! Empiezo a hacer un recorrido mental de donde tengo el papel de plata, que es lo que tengo en los bolsillos, etc. Y empieza el teatro representado unas cuantas veces ya;
“¡ponga todo lo que lleva en los bolsillos aquí!”, “quitese la cazadora“, “levante los brazos” “¿qué es esto?” “¿para qué lleva esto?” “¿y esto?” “abra la cartera” “abra la guantera”
Haciendo malabarismos con las manos para que no me viese un trozo de papel de plata quemado y hecho una bolita, rezando para que no viese el papel de plata con la heroína quemada en un compartimiento de mi cartera, para que acabase ya de una puta vez el registro que estaba haciendo el segundo Guardia Civil. Fue un tiempo tenso de agobio que apareció de la nada, mágicamente, por una ¿casualidad?. Pasado un tiempo y después de un mal registro, ¡menos mal! seguí camino, esta vez el correcto, algo tenso y cagándome en mi puta estampa.

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Una noche cualquiera, tarde ya, las 11, salgo del poblao gitano y entro y atravieso ese barrio nuevo nacido en un tiempo record de la nada, preñado de grúas, a la salida de él pero aún dentro de él, paro, preparo el chino, pongo el montoncito de heroína en el papel de plata aplico el mechero debajo de él ese primer humo lo desprecio no sé por qué no me gusta creo que es malo, alguien que me ha visto hacerlo en alguna ocasión dice que soy gilipollas y un despilfarrador, doy la primera calada absorbo bien lo expulso doy la segunda, paro, me encuentro tranquilo disfrutando ya tenía los síntomas del mono ya empezaba a dolerme todo llevaba desde las 10 de la mañana que no había fumado y era gloria bendita para mi. Así estoy, casi en el paraíso. Miro al frente a la nada con la mirada perdida me abstraigo en mis pensamientos. En la línea de mi vista recto hacia delante se cruza en mi visión un coche que acaba de aparcar delante del mío, cruzado mal aparcado. Me fijo en él y aparece de repente alguna especie de sensación sospechosa. Enciendo el coche, meto la marcha, voy a dar marcha atrás y antes de mirar por el espejo retrovisor veo que el conductor del otro coche me hace señas de que me pare y el acompañante pone en ese mismo momento encima de la guantera del coche un objeto redondo con una luz azul que da vueltas. Una luz azul que da vueltas como las que lleva la policía en el techo de las lecheras. Me fijo mejor y veo al conductor que sale del coche y diciéndome que me pare y que aparque. Hago caso, el chino en el asiento delantero, el mechero, el turulo, todo a mi lado solo me da tiempo de echarlo al suelo. Abro la ventanilla le miro y espero a que me diga algo;
“buenas noches, documentación del coche , permiso de circulación, por favor”
No digo nada, solo; “si”
Se la doy, la revisa, me dice
“salga del coche”
Salgo, dejo la puerta abierta, mira al interior, dice
“qué, ¿fumando?”
“si”
“a ver dámelo, tráelo aquí”
Me agacho lo cojo y se lo doy
“¿tienes más?, mira que te voy a registrar, ¿tienes más?”
Algo pálido y ciertamente hasta las narices, contesto
“no”, “no tengo nada más”
Lo de siempre, lo mismo una y otra vez, guión repetido como en una película de serie B;
“pon todo lo que llevas en los bolsillos ahí”
Mientras el estupa, el secreta, un tío muy joven con el chaleco antibalas a modo de prenda de moda, apretado, de su talla, le sienta bien, le da aspecto de protagonista de serie televisiva, se siente seguro, solo hace falta que ponga los brazos en jarras y la imagen será perfecta, se pone unos guantes de látex y yo dejo todo lo que llevo en los bolsillos en el asiento del conductor. Empieza a registrarme.
“¿llevas algo más, dentro de los bolsillos?”
“no”
Me cachea hasta en los huevos ¿será marica?. Dice;
“¿solo llevas esto?”
Señalando a la tira de papel de plata con una pasta marrón oscura en el medio.
“dime la verdad porque es mejor” “¿has estado detenido alguna vez?”
“si”, “no”
Mientras ocurre todo esto su compañero no pierde el tiempo, ha estado haciendo su trabajo, revisa mis papeles de arriba abajo, llama a la central, dice mi nombre deletreando, espera contestación, me mira, otra vez los papeles. El que me ha cacheado dice;
“¡qué!, haciendo ricos a estos gitanos ¿no?”, “¿no te das cuentas que los estas haciendo ricos?”
Algo perplejo le miro, me encojo de hombros, no me sale nada en forma de contestación, solo un; “ya”
“¿es tuyo el coche?”
“claro”
Con los guantes de goma dobla el papel de plata y le pide al compañero algo para guardarlo, yo con los ojos bien abiertos pregunto
“¿se lo va a quedar?”
“pues claro”
“¡joder! No me haga esa faena, ¿por qué?”
Me mira con media e imperceptible sonrisa, dice;
“pues claro que me lo llevo”
¡joder!, ¡joder! Y ¡joder!
La cosa acaba como empezó, con mono, necesitando fumar algo para calmar el dolor de huesos, ¿y ahora qué? me pregunto en voz baja.
La cosa acabo en que ellos se fueron y yo me fui. Un poco más adelante, giré, volví sobre mis pasos entre otra vez en el poblao gitano y otra vez empecé de nuevo.


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El camello que tengo cerca de mi casa, tiene unas pintas un tanto extrañas, horteras, pasado de moda. El pelo muy largo, melena de un rubio intenso, la piel blanca, blanca, un tatuaje grande en el cuello, uno que le ocupa todo el brazo derecho, va con gorra, pantalones anchos de hiphopero, cadena colgante y todo los aditamentos que hacen de él alguien que llama la atención. No me gusta estar con él más tiempo del estrictamente necesario, aún así y todo siempre estás al albur de comerte algún marrón.
Quedo con él a las 8 de la noche en la plaza, llego en el coche, le veo, aparco mal, pero va a ser solo un momento, entra en el coche , le pido cuatro bolsitas, las saca de una bolsa pequeña de punto con una cremallera, me las da, las dejo en el reposa brazos y le digo que no tengo dinero que tengo que ir a sacar al cajero. Salimos del coche vamos al cajero que está en la calle, de esos que están en la calle y no dentro del banco. Empiezo la operación de sacar dinero y mientras estoy en ello pasa un coche de la policía por la calle que hace esquina, a unos 15 metros. El camello me dice;
“no mires, está pasando la policía, sigue haciendo lo que estás haciendo”
Miro de reojo y sigo dando botones. Saco el dinero me lo guardo y caminamos hacía donde está el coche de la policía, por ahí teníamos que pasar por cojones. A los tres pasos nos damos de bruces con los dos policías que han salido del coche y se han dirigido a nosotros. ¡Qué cojones nos verían para sospechar!, yo soy un tío normal, no destaco, absolutamente normal, el camello es más raro, pero coño no tanto para que sospechen dos policías. ¿Qué estábamos sacando dinero y ellos pensaron que me estaba atracando?, ¿qué no tenían otra cosa mejor que hacer?, ¿qué tenían que hacer que trabajaban antes de irse a casa?, cualquier cosa pensarían vete tu a saber qué cosa se les pasaría por la cabeza.
Lo de siempre repetido una y otra vez es cansino, ¡vale madre! Como dicen en los blogs mexicanos.
“¿van juntos ustedes dos?”
¡coño! Algo original esta vez. Nos miramos el camello y yo
“si”
“enseñen su documentación por favor”
Si, cierto que venía de trabajar estaba cansado y claro por supuesto con mono con ganas de fumar algo y pasar de todo. Si, cierto que me tocaron los cojones como vulgarmente se dice. Pero metí la pata. Haciéndome el gallito pregunté;
“¿se puede saber por qué piden la documentación?”, “¿hemos hecho algo sospechoso?”
“Hacemos nuestro trabajo, señor, estamos haciendo nuestro trabajo”
Repitió y me miro con cara de pocos amigos. Y yo cuando me pongo chulo pues me paso y la cago y más con la policía. No llevaba nada encima, las bolsitas estaban en el coche, nada temía. Pero el camello me miraba con ojos como platos, sumiso les decía a los policías;
“si, si lo que ustedes quieran”, “aquí tiene mi carné”
Templaba gaitas y se disculpaba me decía, mirándome, que estaban haciendo su trabajo, estaba tan cagón que me dio por pensar y a los pocos segundos vino a mi cabeza la razón de su acojone. Él llevaba la bolsita de punto con su cremallera llena de bolsitas de heroína, si la descubrían los dos íbamos de cabeza al trullo. Se me pasó por mi cabeza de chorlito todo el marronazo que pudiera pasar y ahí en ese instante me callé como un mudo, cual hermano Marx.
En medio de la calle de la plaza lleno de gente empezando a formarse corrillo ahí estábamos los cuatro . Otra vez la misma cantinela de siempre, vaciado de bolsillos, chequeo de chaquetas, toqueteos impúdicos, preguntas absurdas, contestaciones más absurdas, llamadas por el walki-tolki. ¡en fin! Que os voy a contar que no sepáis a estas alturas.
Esta vez el milagro fue el chaquetón del camello ahí estaba el cuerpo del delito, pues bien, no sé donde escondería esa bolsa de punto que por más que el policía buscó y buscó, tocó y tocó no dio con ella y gracias a eso cada uno se fue por su lado, por donde vino. Claro la bronca monumental por hacerme el gallito y a punto de haber dormido en la trena me la llevé del camello. Aún con ese leve temblor de labio superior como resto del nervio pasado del camello, me soltó toda una bronca aderezada con alguna que otra hazaña de juventud para asentar aún más su razón.

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Estoy harto, de veras, estoy cansado de todo esto de no poder ir por la calle sin nada que ocultar de que me ocurran todas estas situaciones que agobian, que agrian, que desesperan, que cansan. No puedo más. He de confesar que llevo algunas, pocas, semanas intentando poco a poco pasar de fumar, alargar el espacio entre chino y chino, es una lucha titánica conmigo mismo sé que venceré lo sé y por ahí hay alguien más que también lo sabe lo haré aunque sea por evitarme estas absurdas escenas.

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